Latido

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Por Osviel Castro Medel | 14 febrero, 2022 |
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Tal vez se  haya escrito mucho sobre ese duende con llaves invisibles, que cada febrero nos espolea el verso y el detalle. Pero después de todo habrá que seguir cantándole sin dogmas ni acartonamientos.

Al final, él continúa ahí, para provocarnos un salto en el estómago o una rodilla temblorosa, la humedad en los ojos, un disparate impensado… el latido más intenso.

Difícil y rebelde, mantiene su costumbre de lanzarnos flechas, de atraparnos en la distancia, de hacernos corto el tiempo y de zambullirnos en el abrazo mejor.

No importa que lo neguemos por el fracaso pasado; como quiera vendrá a zarandearnos el alma. No importa que le cerremos una puerta, él entrará por una rendija fantasiosa, para recordarnos no solo el beso cómplice en la intimidad, también la tristeza por una despedida a uno de los soles de la familia, la alegría por la mano pequeña que te acaricia el rostro, el salto a las estrellas nacido por el éxito de uno de los nuestros.

Acaso lo peor es que, cada 14 de este mes, le hagamos un homenaje cargado de pétalos y presentes para después hacerlo neblina y ocaso. Lo peor es que lo convirtamos en referencia de una jornada específica, para luego pisotearlo con la ausencia de gestos o suspiros.

Él, rompedor de las rutinas, creador de las pasiones más profundas, merece que le cantemos siempre, incluso en el atasco de las jornadas tensas y en las penumbras surgidas por las faltas cotidianas.

Jamás levantemos nuestras espadas contra sus cabalgatas delirantes, jamás intentemos espantarlo. La vida dejaría de ser aguacero de emociones, trampas hermosas, viajes a los misterios del miocardio. La vida, definitivamente, necesita de su magia.

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