Lealtad

Share Button
Por Denia Fleitas Rosales | 8 diciembre, 2025 |
0

La lealtad es dicha y virtud. Para los habitantes de esta tierra caribeña es una cualidad intrínseca al ideal de justicia, arraigada a las profundas raíces de una historia que fundaron los fieles al sentimiento nacional y a los principales líderes de un movimiento redentor único.

La lealtad fue esculpida con el filo del machete en la manigua mambisa. Es un valor juramentado con sangre y vida, por quienes decidieron ofrendarlas en pos de la libertad del suelo patrio frente a los intentos colonialistas. Tiene el vigor de aquella protesta intransigente que dejó clara la voluntad de permanecer en pie de guerra antes que rendirse. Atesora la casta de una madre que concibió héroes.

De Maceo heredó la esencia moral y bravura con la que desde temprano el cubano anunció la decisión de no traicionar el sacrificio precedente ni negociar la independencia por vanas comodidades. Absorbió la coherencia de la acción en los campos de batalla con los principios y pensamientos afines a la libertad plena, a la defensa del proyecto nacionalista para un bien común por encima de intereses y aspiraciones egoístas.

Referencia le es el Titán de Bronce firme en la cabalgadura, con mirada serena de cara al combate y puño asido al machete; el jinete con 27 marcas testimoniales de su lugar primero en la línea de combate. Paradigma también, la incondicionalidad del hijo del Generalísimo, quien a pesar de sus heridas permaneció apegado a un código de honor hasta el último aliento.

Francisco Gómez Toro fue el símbolo de un abrazo entre generaciones. Más que colaborador en el campo de batalla, el discípulo que siguió los pasos del maestro consciente de su estatura digna y virtudes revolucionarias. Panchito fue el fiable compañero, capaz de seguir el rastro del cuerpo sin alma para preservar su dimensión de honra, aunque le llevara a la muerte.

Apegados a un principio ético supremo, la soberanía cubana, el Lugarteniente del Ejército Libertador y el joven capitán, infundieron un matiz patrio a la lealtad, que trascendió la estima y respeto al hombre en su condición humana extraordinaria. Fueron devotos a una convicción, a un deber.

De estos y otros ejemplos siguió nutriéndose, forjando su esencia y anidándose en la conciencia de un pueblo que siete décadas más tardes dio muestras de honradez en escenarios internacionales. Acoger como propia la defensa de la independencia de las tierras del continente africano fue otra demostración del grado de adhesión a las causas nobles.

La confianza en la justeza del reto bélico les hizo partir a otros lados del mundo, anegar con su sangre el polvo de suelos lejanos, conquistar con las fuerzas de la solidaridad la paz de otros pueblos.

Disciplina, valentía y amor a la vida modelaron esta nueva expresión de lealtad, con disposición de cumplir el compromiso militar, de servicio, constructivo, educativo, sanitario, en otras fronteras y regocijarse en el mérito de sembrar esperanza y libertad. Tomaron posesión de la heredad y se proclamaron continuadores.

Correspondamos a su ejemplo para tributarles honra. Hagamos de la lealtad una forma de vida y de entrega constante, que agigante y preserve a la Revolución, erigida por fieles.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *