Lidia y Clodomira: Mujeres del silencio

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Por Gislania Tamayo Cedeño | 18 septiembre, 2025 |
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Lidia Doce y Clodomira Acosta mujeres en las cuales el máximo líder de la Revolución Fidel Castro depositó toda su confianza en las diferentes misiones desde la Sierra Maestra.

Lidia demostró su rebeldía contra el gobierno del dictador Fulgencio Batista desde el mismo instante en que se produjo el golpe de estado del 10 de marzo de 1952; momento que aprovechó para sumarse a la lucha guerrillera siguiendo el mismo camino de su hijo Efrain.

Desde jóvenes, se unieron al Ejército Rebelde y trabajaron como mensajeras con el Che y Fidel.

Sobre el encuentro, el Guerrillero Heroico escribió: “Conocí a Lidia apenas a unos seis meses de iniciada la gesta revolucionaria. Estaba recién estrenado como Comandante de la Cuarta Columna y bajábamos, en una incursión relámpago, a buscar víveres al pueblecito de San Pablo del Yao… Una de las primeras casas de la población pertenecía a una familia de panaderos. Lidia, mujer de unos cuarenta y cinco años, era uno de los dueños de la panadería. Desde el primer momento… se unió entusiastamente y con una devoción ejemplar a los trabajos de la Revolución.”

Desde ese entonces Lidia se convirtió en emisaria del Ejército Rebelde, y cumplió con decisión los más difíciles mandatos.

Clodomira sirvió de enlace entre la Columna Uno del Comandante en Jefe Fidel Castro y otras fuerzas que operaban en la Sierra Maestra y en el Llano.

Cumpliendo una de las encomiendas en La Habana fueron sorprendidas y detenidas por casquitos batistianos un 12 de septiembre de 1958 en un edificio del reparto Juanelo, en San Miguel del Padrón, donde se ocultaban cuatro jóvenes perseguidos por la tiranía batistiana, Alberto Álvarez Díaz, Onelio Dampiel, Leonardo Valdés y Reinaldo Cruz.

Los cuatro jóvenes fueron asesinados a mansalva mientras a Lidia y Clodomira las sacaron a empujones y fueron trasladadas por Ariel Lima y Eladio Caro a la Quinta Estación de la Policía, donde pese a ser salvajemente torturadas, no delataron a sus compañeros de lucha.

Ambos torturadores antes de ser fusilados en enero de 1959, se refirieron en forma similar a los últimos momentos de aquellas valientes mujeres. Eladio Caro dijo: “¿Ve usted está cicatriz? Me la hizo la bandolera esa de Clodomira clavándome los colmillos en el hombro.

Y continua confesando el crimen…”El día 13 de septiembre las mandó a buscar Ventura conmigo, y las trasladé a la Novena Estación. Al bajar al sótano Ariel Lima la empuja y Lidia cayó, casi no podía levantarse, por lo cual Ariel le dio con un palo en la cabeza y ella se dio un golpe con el contén, tan fuerte que casi se le saltaron los ojos.

“La mulata flaquita se me soltó y le fue arriba, arrancándole la camisa, mientras le clavaba las uñas en el rostro. Traté de quitársela y ella se viró saltando sobre mí, y en forma de horqueta se encajó sobre mi cintura y para que se soltara tuve que golpearla a palo limpio, hasta noquearla.

Así de manera burda y cruel cuentan todas y cada una de las torturas hechas a Lidia y Clodomira.

Sobre las dignas y heroicas cubanas, el Che expresó: “Sus cuerpos han desaparecido, están durmiendo su último sueño, Lidia y Clodomira, sin dudas, juntas, como juntas lucharon en los últimos días de la gran batalla por la libertad”. Hoy la historia de sus vidas engrandece la memoria del pueblo de Cuba y fortalece el espíritu en los nuevos combates.

Sesenta y siete años han transcurrido del crimen y ellas son y seguirán siendo ejemplo imperecedero a imitar.

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