Los 110 años de vida de Aniceto Santiesteban

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Por Aldo Daniel Naranjo (Historiador) | 5 abril, 2025 |
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Aniceto Diosdado Santiesteban, un hombre vital a los 110 años de vida.

Al cumplir 110 años Aniceto Diosdado Santiesteban Álvarez persiste en volver, una y otra vez, a los recuerdos de su padre Jorge, a quien nadie le ganaba en la competencia de pulsos, no por ser fuerte, sino por las habilidades en el movimiento del brazo.

De él aprendió las artes de ser imbatible en estas competencias, pero no por agudeza, sino por pura fuerza. La fama de hombre de puño enérgico le ha acompañado toda su larga la vida.

Vino al mundo el 3 de abril de 1915, en Correa, cerca de El Dátil, en el municipio de Bayamo. Su padre era de origen español, mientras su madre, María, procedía de Jamaica. De esta unión nacieron 20 hijos.

No asistieron a la escuela por no existir ninguna en aquellos contornos rurales. Aniceto aprendió a sacar cuentas y a escribir con la ayuda de su mamá.

“Desde los nueve años tenía que levantarme temprano para ir a trabajar al campo”, relata con voz segura el longevo bayamés. La faena agrícola diaria le modeló sus cualidades más sobresalientes, como modestia, sencillez, generosidad y jocosidad.

En su juventud, se casó con Francisca (Paquita) Sosa Castillo, con quien procreó 10 hijos: siete varones y tres hembras. Hoy la familia es profusa con 31 nietos, 62 bisnietos y 34 tataranietos.

Sus ojos pardos y profundos, rojizos y lagrimosos, reflejan el paso de los muchos años. Su principal estímulo para seguir adelante ha sido la pasión por la vida. Al respecto manifiesta: “La he vivido como he querido, creé mi familia y me ocupé de que fueran hombres y mujeres de bien”.

De la importancia de tener una estirpe numerosa dijo: “Tiene de hermoso que mi cumpleaños es muy concurrido, y llegan muchos regalos”.

Los imperativos del trabajo le llevaron a residir en San José de Cautillo, al norte de Bayamo, en la década de los años 40 del siglo anterior. Allí colaboró en la lucha antibatistiana. En su casa los rebeldes obtenían diversos alimentos y trasladó algunos mensajes.

Tras el triunfo de la Revolución, se trasladó a la ciudad de Bayamo con el objetivo de que sus hijos accedieran a la educación gratuita y pudieron graduarse como médicos, maestros, sastres y mecánicos, entre otras profesiones.

DESPUÉS DEL CENTENARIO

Desde la celebración del centenario de su nacimiento, camina por las calles de Bayamo, erguido, desafiante, fuerte…

Confiesa que si volviera a nacer estudiaría bastante hasta alcanzar un título universitario. Podría entonces levantar el central azucarero que le ha acompañado en sus sueños.

Desde joven toca la guitarra y el tres, y en su cabeza rondan aún muchas canciones, unas de autores conocidos y otros olvidados por los muchos años transcurridos. Pero no faltan las tonadas de Miguel Matamoros, Compay Segundo, Omara Portuondo, Joseíto Fernández y Pablo Milanés. Gusta de cantar, con su voz de barítono, la balada: “Se está poniendo blanca toda mi cabellera. / La nieve de los años me está cayendo ya. / Se arrugará mi frente…”

Ninguna actividad lo detenía: agricultor, ordeñador de vacas, constructor y comerciante. Mientras trabajaba en el taller de maquinarias agrícolas Clayton, de la Empresa de cultivos varios Cautillo, fomentó una parcela, surtiendo el comedor con yuca, maíz, boniato, calabaza, frijoles y hortalizas.

Igualmente, le atraía cualquier clase de carne: gallina, chivo, puerco, res… Los hijos sonríen cuando reclama de momento: “¡Quiero carne!”

Nunca fue una persona aquejada de enfermedades, sin embargo, ingresó en el Hospital Celia Sánchez, de Manzanillo, afectado por la pandemia de Covid-19. La hija Yelaine, quien le acompañó, también se enfermó. El  anciano mejoró y con 105 años cuidó a su retoño. Desde ese entonces, recibió el apodo de “El Tronco”.

¿Capacidad mental? Apreciable. ¿Plato favorito? Harina con leche. ¿Principal autocontrol? La calma. ¿Satisfacción? El amor de los hijos. ¿Comunicación? Completa.

En el patio de la casa de Yelaine, en el reparto Pedro Pompa, creó una parcela, donde siembra plátano, frijoles, calabazas y lechugas.

“Fidel Castro y Hugo Chávez fueron los mejores presidentes del mundo, siempre peleando por el bienestar del pueblo”, asegura con profunda convicción.

Posee una sorprendente vitalidad física y mental, gracias a su positiva actitud,  los cuidados de su familia y a las adecuadas políticas sociales de amparo al adulto mayor en Cuba.

A Aniceto Diosdado Santiesteban, respetado y querido en Bayamo, lo distingue ese carácter franco, alegre y jaranero  que le asiste desde su juventud.

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