Alejarnos, con el tiempo, de las raíces, tiene consecuencias. Cada vez serán menos quienes vivieron la etapa prerrevolucionaria, subieron a la Sierra Maestra, fueron a Girón, a Angola…, los que se estremecían, “en tiempo real” con los discursos de Fidel, y se enorgullecían de regresar a casa plenos de guarapo y tizne, desde los cañaverales.
En cambio, brotan quienes le discuten a la línea del Ecuador ser el centro del mundo, se vanaglorian de hacerle al Estado el “favor” de estudiar, inflan sus fosas nasales y sacan pecho porque “hicimos que Etecsa rectificara, y todavía tiene que responder a otras demandas”, refiriéndose a las decisiones de esa empresa dirigidas a captar la moneda dura para que Cuba no quede aislada.
Cierto, la vida no volverá a ser como antes del surgimiento de Internet y de la telefonía móvil; pero habría que ver si el acceso wifi se usa bien, si las conexiones se dedican a la investigación escolar o científica, si de verdad es el non plus ultra, el sancto sanctorum, “lo máximo” y único del conocimiento.
Sin embargo, profesionales reconocidos se formaron, hasta nivel de doctorado, sin teléfonos móviles, ni Internet, hojeando libros en las hoy casi olvidadas bibliotecas.
No negamos cuánto de bueno tienen las tecnologías, aun con el peligro de que quien obtenga cinco puntos sean ChatGPT, Perplexity, Copilot, DeepSeek u otra inteligencia artificial.
La IA en manos de personas inteligentes multiplica y acelera los resultados; en las de acomodados y facilistas, resulta amenaza para el futuro racional de la humanidad.
Si para algo más ha servido la aplicación de tales medidas es para reflexionar acerca de lo que no anda bien, y no me refiero a Gigas, restricciones ni consentimientos, sino a modos de pensar y actuar.
A mi juicio, presenciamos una manifestación clara del resultado de la contradicción entre patriotismo y globalización, que ocurre cuando el primero de los conceptos no se atiende de la mejor manera.
Mientras este se afinca en la defensa de la identidad nacional, la soberanía y la conservación de tradiciones culturales propias y de las fronteras nacionales, la globalización promueve un mundo que tiende a diluir las identidades y la independencia.
Las redes sociales, las de Internet, actúan como instrumento relevante en la penetración y colonización cultural e ideológica, difunden de manera masiva y rápida los valores (o antivalores), los estilos de vida y los paradigmas occidentales.
Ellas promueven la adopción de costumbres, modas y formas de pensamiento y de actuación diferentes a la identidad cultural propia, y desempeñan un papel visible en la instigación a los jóvenes para que subviertan el orden; las decisiones de Etecsa, como hemos dicho, fueron solo el pretexto.
Las acciones contra Cuba pretenden asesinar nuestros símbolos; banalizan la Bandera cubana y el Escudo Nacional, alejándolos de su contexto revolucionario.
También, promueven “otra historia” de Cuba; reinterpretan maliciosamente los discursos y escritos de José Martí, elogian a figuras cimeras del crimen, como Fulgencio Batista, a quien presentan como benefactor, esfumando su “obra” como dictador, asesino y ladrón de las riquezas del país.
Todo esto, compartiendo espacio -sobre todo digital- con discursos de pseudointelectuales, “revolucionarios”-revisionistas y oportunistas- que pretenden confundir, con un enfoque pesimista, hipercrítico, omitiendo las razones de la actual crisis, que no es solo cubana.
Según el Banco Mundial, el crecimiento internacional en 2025 será el más lento desde la crisis financiera de 2008, con una desaceleración de alrededor del 2.3%, con factores como la inflación persistente y la incertidumbre política.
Al mismo tiempo, mientras se es fuerzan en empujar a Cuba a una revolución de colores o golpe suave, en Los Ángeles, EE.UU., se intensifican las protestas contra las redadas migratorias, mediante las cuales apresan, humillan y expulsan del país a inmigrantes que fueron en busca del “sueño americano”.
Se producen allí enfrentamientos populares con las fuerzas de seguridad, tanto, que decretaron toque de queda en varias zonas de la ciudad, y el gobierno de Donald Trump despliega a miles de reservistas y marines, sin la aprobación del Estado de California.
Las protestas reciben el respaldo de organizaciones de derechos civiles, que denuncian detenciones arbitrarias y discriminación racial.
En medio de tal panorama, en Cuba, país reconocido por la aplicación de políticas sociales que protegen al pueblo, aun en medio de enormes crisis; donde servicios como la Educación y la Salud son gratuitos, se puede transitar desde preescolar hasta el doctorado sin pagar un centavo, muchachos hijos de personas humildes, se dejan arrastrar por la manipulación mediática y algunos se conducen de manera arrogante y desagradecida.
Las familias tienen responsabilidad en ese incoherente comportamiento; ellas siembra valores, hábitos y principios y están llamadas a fomentar la humildad, el respeto y la gratitud.
Pronto, con el efecto de las mencionadas medidas, se beneficiarán estudiantes, profesores, investigadores, personal de la Salud…
Diálogo, sí; no demandas; ética, no bravuconería; patriotismo, no ingratitud. Son tiempos de firmeza, no de dudas ni de posturas ambiguas. Estemos claros: de víctimas de la manipulación mediática puede pasarse a promotores de la desestabilización nacional y de la agresión extranjera.
Tomemos de la globalización, la generalización de avances tecnológicos; un patriota jamás sucumbirá ante las tretas de quienes nos desprecian.
Como sugirió Martí en dos momentos, “injértese en nuestras repúblicas el mundo, pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas”; “juntar es la palabra de orden. Juntar para que no se nos vuelva a entrar el enemigo”.