
Érase una vez un joven llamado Marcelino que vivía con su madre, en una humilde casita. Cada día recorría los mercados de la ciudad en busca de bajos precios: unos les resultaban caros, otros burlescos, acompañados de rara promoción: Se fía sólo a personas mayores de 90 años, acompañados de sus abuelitos.
El muchacho se encogió de hombros, viró la cabeza hacia la derecha y le sorprendió otro anuncio: No tenga pena pedirme fiado, tampoco me dará pena decirle que NO. Y mientras recorría el local en busca de un alma buena que le ayudara, se detuvo a meditar lo reflejado en el nuevo letrerito:¿Con qué cara me pides fiado, si cuanto tienes dinero compras en otro lado? No era su caso, pero declinó la cabeza por quienes tienen esa mala costumbre:
-No pienses tanto, Marcelino ¿Algún problema?-preguntó un hombre de extraño vestir y gafas oscuras.
-¿De dónde me conoce?-respondió el otro.
-¡Soy tu tío! ¿Acaso no me reconoces? Hace muchos años que no vengo por aquí. A propósito, te veo flaco-dijo el visitante-Imagino que por tu casa los calderos ruedan bocarriba ¿Sabes una cosa? ¡Hoy es tu día de suerte!, el negocio está en tus manos, como la lámpara de Aladino, que al frotarla, aparece el genio seductor para complacer lo deseado, solo que en este caso el hechicero soy yo ¿Te cuadra la idea?
-Bueno…en realidad el dinero no alcanza. Mi padre ya no está en casa, mi madre, jubilada y los precios por las nubes ¡Imagínese!
-Vamos, sobrino, verás que en pocos días tendrás una mejor situación y en vez de frotar la lámpara para solicitar un deseo, friccionarás tus manos por las ganancias-Comentó con cierto aire de identidad legal el señor-¡Serás Marcelino, el emprendedor!-precisó.
-¿Qué cosa es eso?-indagó el muchacho.
-Emprendedor es la exclusividad que multiplica el valor original de la oferta ¿Comprendes?
Cerca de ellos, un viejo catedrático que, disimuladamente escuchaba la conversación, entró a jugar su papel en la escena:
-Disculpe, debe explicarle también al muchacho que muchos de esos emprendedores emplean incorrectamente algunas consonantes. ¿Acaso no ha visto en los establecimientos cubanos el indicativo: TCP.
-Claro que lo he visto: Trabajador por Cuenta Propia-respondió el desconocido.
– ¡Error de su parte!-precisó enérgico el profesor.
-¿Cuál error? –indagó el de espejuelos oscuras.
-Trabajador-expresó el maestro- es quien labora a cambio de una retribución.
-Pero…¿Cuál es el conflicto con las consonantes?
-Para hablar en la terminología de ustedes, el negocio está en cambiar la T, por la R. Lo llamaríamos mejor Revendedor por Cuenta Propia (RCP).Compran barato y, empleando recursos contemporáneos, sobrepasan en varias medidas, el precio inicial de lo comprado.
El auditórium crecía aceleradamente, los criterios en torno al cambio también. Marcelino, no dijo palabra alguna, estaba presionado entre dos aguas. Miró al frente, encaminó los pasos hacia un parquecito cercano y mientras los niños correteaban de un lado al otro, tomó por asiento uno de los bancos.
Recordó su humilde hogar, el recorrido diario por los mercados, la oferta del tío desconocido, el cambio de la dichosa consonante, mientras el audio local amplificaba la canción Mi casa, de Tony Ávila, que lo llevó a la reflexIón:
No tengo que correr porque la prisa/puede que le haga daño a los cimientos/y aunque en mi casa me siento contento/hay cambios que mi casa necesita.Voy a hacer ciertos cambios en mi casa/como hicieron mis padres en su tiempo/al cabo esta será la misma casa/ los que no son iguales son los tiempos…