
Su nombre nos es tan familiar y mencionado que resulta normal verlo identificando una entidad, calle, CDR u organización. Por eso José Martí es el denominador de nuestros pioneros, como muestra inequívoca de nuestra aspiración a que ellos también sean como él.
El ejemplo de este insigne patriota trasciende espacios, por ejemplo, el de la cultura, una razón convincente para que la brigada de instructores de arte esté inspirada en su ejemplo.
Es común encontrar sus frases en bustos, paredes, carteles y hasta en lo más alto del Pico Turquino, desde donde nos recuerda: “Escasos, como los montes, son los hombres que saben mirar desde ellos, y sienten con entrañas de nación, o de humanidad”.
Martí no es un héroe abstracto, sino un vívido ejemplo en nuestro quehacer diario, pues sus frases encierran mucha sabiduría y tienen esa peculiar capacidad de trascender en el tiempo y el espacio.
Su relación con el territorio de la actual provincia de Granma viene desde cuando habló elogiosamente de Yara, donde inició la revolución de 1868 y los cubanos enfrentaron por vez primera a quienes fueron sus verdugos y amos.
Tampoco podemos olvidar el aprecio del más universal de los cubanos por este pueblo, quien en una ocasión afirmó ser bayamés porque tenía de Bayamo el alma intrépida y natural.
Por tal motivo nos sobran razones para sentir al Apóstol muy cercano, pero quizás el hecho más destacado fue su caída en combate en predios jiguaniceros.
Al caer, de cara al sol, en Dos Ríos, se inmortalizó y selló una imperecedera relación con los hombres de esta tierra, quienes llevan en el alma sus doctrinas y son fieles a su memoria y estatura histórica.