En las inmediaciones de San Luis, en Santiago de Cuba, se reúnen en la casa de Germán Álvarez, administrador de la colonia de cañas del ingenio La Mejorana, en 1895, los tres grandes hombres de la guerra en Cuba: Antonio Maceo, Máximo Gómez y José Martí después de arribar a costas cubanas en abril de 1895 y posterior al fracaso de La Fernandina.
Hace 128 años, este encuentro se realizó de manera personal. No hubo testigo alguno y lo poco que se recogió muestra que las conversaciones se realizaron bajo condiciones difíciles, tensas, debido a los criterios adversos que allí se manejaban en cuanto a la forma de conducir la guerra.
Maceo y Martí no se ponen de acuerdo en cuanto a la forma de gobierno. Maceo era partidario de una junta de jefes que también se ocupase de la actividad legislativa, proporcionando al mando militar la libertad de obrar de manera oportuna para conducir la guerra contra España a un final exitoso.
Maceo consideraba que primero había que ganarle la guerra a España antes de pensar en la existencia de un gobierno civil en plena manigua.
Martí, quien de cierta forma se sentía incómodo ante esta postura, consideraba que no solo era necesario ganar la guerra, también era preciso crear dentro de ella las bases de la futura República, donde todos estuviesen representados.
En aquella ocasión El Apóstol dirá al Titán: “Vea en mí un peleador y no más. De mí, todo lo que ayude a ganar la pelea.”
Maceo, a pesar de las contrariedades por la convocatoria a una Asamblea de Delegados para formar gobierno, aprobó enviar cuatro delegados por la provincia de Oriente, y subordinarse a tal decisión.
No hay evidencia de los acuerdos allí acordados, aunque todo indica que se decidió que Maceo iniciara una campaña en Oriente, mientras Gómez se concentraría en Camagüey, a fin de consolidar la guerra en dicha región.
La reunión no terminó en buenos términos. Gómez refirió el estado de ánimo apesadumbrado con que se despidieron de Maceo, y el dolor que le causaba la reacción del General santiaguero.
Allí se despidieron, Maceo a cumplir sus operaciones en esa región, mientras Martí y Gómez reanudaban su marcha hacia el oeste a cumplir el compromiso con la Patria.
Aquellos tres grandes hombres se abrazaron demostración de que aquel apretón era el revelador deseo de libertad.
Maceo a sabiendas del desaire ocasionado al Generalísimo y al Delegado del PRC, al día siguiente los invitó a visitar su campamento y los presentó a la tropa, para expresarles de alguna manera sus disculpas.
Por su parte, sobre la visita al campamento de Maceo, anotó Gómez en su diario el 6 de mayo: «…al marchar rumbo hacia Bayamo, confusos y abismados por la conducta del general Antonio Maceo, tropezamos con una de las avanzadas de su campamento de más de dos mil hombres y fuerza nos fue entrar. El General se disculpó como pudo, nosotros no hicimos caso de las disculpas como lo habíamos hecho del desaire y nuestra amarga decepción de la víspera quedó curada con el entusiasmo y respeto con que fuimos recibidos y vitoreados por aquellas tropas».
La Mejorana es uno de los momentos más trascendentales de la historia de Cuba. No sólo allí se debatieron los métodos para dirigir la guerra, y todo un programa político sino que se tomaron acuerdos importantes a pesar de las discrepancias.
Maceo aprobó el Manifiesto de Montecristi y aceptó el nombramiento de Mayor General que Gómez le había dado a Martí; él quedó como Jefe Militar de Oriente; su hermano José, jefe de las fuerzas de Santiago de Cuba; Gómez, General en Jefe del Ejército; y Martí como Jefe Supremo de la Revolución.
Un día antes de caer en combate en Dos Ríos, en carta a Manuel Mercado el amigo mexicano, José Martí reiterará que la Revolución desea plena libertad en el ejército, sin las trabas que antes le opuso una Cámara sin sanción real, a la vez sucinta y respetable representación republicana, la misma alma de humanidad y decoro, que empuja y mantiene en la guerra, a los revolucionarios.