El sol destella su calidez en la ciudad y agosto marca la cuenta regresiva en los días, mientras la vieja Ambrosia dispone su recorrido sabatino para complementar el almuerzo diferenciado del domingo.
Por un instante se detuvo frente a Rufo, un perro callejero del barrio que, como otros, levantaba la pata trasera para orinar el pavimento.
-¡Tremendo traqueteo! ¿Verdad, señora?- dijo Dante, el carretillero, al presenciar la escena.
-Es una conducta propia de esos animales para que los demás perciban el terreno marcado. Una forma de expresión ante los otros machos de la zona-, aclaró ella.
-Bueno… Al César lo que es del César-, precisó el andarín y continuó pregonando los productos, cuyos precios le estrujan el alma a cualquiera.
-¡Abusador! Una libra de plátano fruta a 90 pesos-,murmuraba la referida señora, mientras avanzaba por el agromercado, escoltado por revendedores y pregoneros.
Envuelto en ese ambiente hostil, un dependiente con cara de pocos amigos tensó más el ambiente:
– No se guíe por lo que dice la tablilla. La carne de cerdo yo la tengo a 650 pesos la libra.
-Pero ahí dice 600-, reclamó el cliente.
-Eso ta ahí pa taparle la vista al inspector. Si quiere no la lleve. Su plata ni me va, ni me viene-, dispuso el primero con bravuconería marginal.
-¡Qué barbaridad! ¡Cómo hay que soportar!-, susurró Ambrosia y enrumbó hacia el kiosco de las viandas.
-Aquí determinados negociantes tienen falsos compradores-, dijo el penúltimo de la cola y prosiguió:
-Cuando los inspectores declaran ventas forzadas, por los precios excesivos, aparece un grupito de la misma estirpe que compra los productos, luego devuelven la mercancía al dueño, a cambio de una comisión monetaria, y la vida sigue igual: Un mercado, mil caminos.
Eulogio, el de la Casa de abuelos, marcó en la cola y en breve se incorporó a la tertulia:
-Los habilidosos han tomado demasiada fuerza en los últimos tiempos. Hay mucha gente pensando en cómo ganarse el dinero fácil. Algunos aceptan el pago por transferencia, solo que le agregan hasta 50 pesos por encima del producto, cuyo costo ya estaba falseado.
-Bueno…cuando la conga sale, la gente se mete-, agregó otro de la tercera edad y continuó su discurso:
-El cobro de la chequera del mes es una odisea. Hay poco efectivo en el cajero, el Banco sigue emitiendo tarjetas magnéticas y los pagadores electrónicos son los mismos. Eso, si no quieres caer en manos de quienes por cada mil pesos, piden 100 por entregarte la cuantía al momento.
Una integrante de la informal peña agitó el interior de un cucurucho de maní, lo comprimió con su mano y agregó:
-Yo, para no coger a uno de esos por el cuello, saco el dinero, por caja extra, en la bodega.
-Eso será donde usted compra, porque en la mía cuando más recaudan es con las ventas de cigarros, pero el dinero tienen que entregarlo al Banco-, precisó el anterior.
Mientras la improvisada tertulia sumaba participantes, el vendedor sacó otro cartelito con un precio superior para la malanga:
-¿Por qué ahora son más caras?-,preguntó un interesado.
-Porque vienen de La Habana-, precisó el comerciante y le dio la espalda. Ambrosia lo miró y replicando el gesto del dependiente, retornó a su casa.
-Nora, ¿sabes quién estaba en la cola del agro?
-¿Cómo voy a saberlo, mamá, si acabo de llegar?
-¡Muchacha!, el periodista que escribe las Estampas del último sábado, y con lo que allí se habló, tiene material para una buena crónica.
-Aparte de eso, chica, ¿por qué me cuesta tanto trabajo entender la formación de precios actuales?
-¡Ay, mamá! Tú eres de una época analógica y estamos en la digital.
-Sí…pero, tanto en una como en la otra, los perros siguen levantando la pata trasera al orinar.