
La Habana, -Con el doble del peso con que ganó toda la gloria del mundo en el deporte, se subió este jueves Mijaín López al colchón imaginario de la historia para colgarse, una vez más, la medalla entintada que le regaló Cuba poco después del pentacampeonato olímpico, pero esta vez el derribado sería él.
El gigantón se bajó confiado del auto frente al Centro Fidel Castro Ruz, seguro de su mole de músculos monolíticos y nervios acerados, a prueba de mastodontes de muchos confines. Pensó que iba a un combate fácil, mas, subiendo los primeros escalones del invicto recinto, se le vio disimular con su oceánica sonrisa el miedo a no poder con semejante adversario.
Lo aguardaba un grupo de niños dispuestos a aplicarle una técnica de desbalance directa al corazón y a Mijaín, que había sido entrenado por la dupla Pedro Val-Raúl Trujillo para intimidar siempre a los rivales, no le quedó más remedio que dejarse arrastrar en la colchoneta de las emociones hasta donde iba a ser presentado el libro.
La sala estaba colmada a la espera del único hombre en el planeta que ha conquistado cinco veces el olimpo de manera seguida en una misma prueba individual, desde que un día como hoy, hace 17 años, empezó su leyenda olímpica en Beijing.
Fue ese el segundo punto marcado en poco tiempo ante un Mijaín que abrió los ojos y arqueó las cejas casi al unísono. El 14 de agosto de 2008 comenzó la historia de este libro, dijo uno los compiladores, y por la memoria del héroe-campeón pasaron entonces las acciones combativas con las cuales venció al lituano Mindaugas Mizgaitis en la capital china.
La historia junta a los grandes. Fidel fue un gladiador de las ideas y Mijaín lo imitó en el deporte. Ambos se echaron sobre sus hombros a Cuba y la situaron en la cima del podio de los pueblos nobles y soberanos.
Buscó un segundo aire, como históricamente hacían sus adversarios en medio del combate, y cuando pensó que pasaría a la ofensiva, después de contadas las historias de cómo se armó Mijaín López, el gigante que estremeció el mundo, otra secuencia de empujones emocionales lo volvió a tumbar.
Los mismos niños le tenían preparada una última sorpresa táctica de la cual no pudo reponerse: le preguntaron de todo, con esa irreverencia que hubiera deseado el turco Rıza Kayaalp en la final de Río de Janeiro 2016.
Respondía riéndose, aconsejando, mientras buscaba desesperado el auxilio de su más invicto entrenador, pero era casi imposible que a esa hora Fidel pudiera darle un consejo, pues estaba, igualmente vivo de la risa, disfrutando cómo los gladiadores de la inocencia derribaban, una y otra vez, al mítico Mijaín López en el colchón imaginario de lo que inicialmente era la presentación de un libro y terminó siendo un olímpico combate de emociones por Cuba.