De cómo Moliére tropical se casó con el teatro

NORBERTO REYES BLÁZQUEZ, BAUTIZADO COMO EL MOLIÉRE TROPICAL, ACTOR, DRAMATURGO Y DIRECTOR DEL COLECTIVO TEATRAL GRANMA, REMEMORA SU ENTRADA AL GRUPO 45 AÑOS ATRÁS
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Por Luis Carlos Frómeta Agüero | 15 febrero, 2022 |
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FOTO LUIS CARLOS PALACIOS LEYVAEra el 14 de febrero de 1977, Bayamo disfrutaba el Día dedicado al amor y a la amistad, cuando nacía en la ciudad el Colectivo Teatral Granma, primer conjunto profesional, de esa modalidad, en el territorio.

ESCENA I

“De aquella novedad se encargó el actor y director Miguel Lucero, junto a su esposa y actriz Delia Niuvó, procedentes del grupo Teatro Estudio, de La Habana, quienes presentaron un proyecto para fundar la compañía teatral.

“No sobrepasábamos los 20 años de edad cuando nos alistamos por curiosidad, más que por interés, salvo excepciones, muchos vinculados laboralmente: Rayda Alfonso, Miguel Appa y Andrés Araújo, procedían de la música; María Teresa González y yo trabajábamos en las artes plásticas; Omar Perera, Ileana Santoya y Teresa Rojas, eran instructores deTeatro; Luis Ángel Lin, de la radio… y así por el estilo.

“Como no teníamos formación académica, los gestores de aquella idea aplicaron la combinación de estudio-trabajo; por las noches asistíamos a las clases de teoría y el resto del tiempo lo dedicábamos al montaje de obras.

“En esta primera etapa estrenamos Canto cuentos, cuentos canto, con guión y dirección de Delia Niuvó, Cecilia Valdés, Las pepillas ridículas, Las bayamesas, Operación Carlota… hasta que en 1980,nos sometimos a la primera evaluaciónprofesional.

“Ese mismo año, llevamos a escena la obra Punto sin retorno, escrita y dirigida por Lucero; con su estreno se inauguró la Sala-teatro José Joaquín Palma, nuestra sede hasta 2002”.

ESCENA II

“Ya éramos actores calificados y como el grupo estaba en condiciones, comenzamos las primeras superproducciones, entre estas, De la extraña y graciosa aventura de Sancho Panza en la ínsula Barataria, nuestra primera experiencia con un texto clásico.

“Luego trabajamos en Las mil y una noches guajiras, la más trascendente de los primeros cinco años del colectivo, con ella asistimos al Festival de teatro de La Habana, donde alcanzamos el premio de la Revista Revolución y Cultura.

“Actuábamos, también, en varios seriales televisivos: El mambisito, El joven rebelde, la telenovela La conjura de la ciénaga… hasta que el director se involucró en un extraño evento, no pudo continuar junto al grupo y quedamos en la orfandad.

“En el pueblo corría un comentario, debíamos regresar a nuestros primeros oficios, algunos integrantes también daban por segura la desintegración.

“Apenas teníamos experiencia teatral, no existía la persona con capacidad suficiente para dirigir, ni nadie que hubiera incursionado en la dirección escénica, más allá de lo aprendido, y situaron al actor Juan Rubier Cruz al frente de la dirección administrativa.

“Ante la disyuntiva de qué obra montar, Andrés Araújo propuso El paciente impaciente, comedia ligera de situaciones que escribí en el año 1977, estrenada meses después”.

ESCENA III

“A principios de la década de los años 80 del siglo precedente, las comisiones nacionales recorrían todo el país seleccionando obras para participar en los festivales, tribunal que no pasó por Granma, pues conocían la partida del director, pero logramos el empeño y en 1984 participamos en el Festival internacional de La Habana.

“Aquello resultó un certificado de vida para la salud del colectivo, a partir de ahí perfilamos el estilo de trabajo, alistándonos como permanentes en esos encuentros, tanto en la capital cubana como en Camagüey, siempre con excelentes reconocimientos del jurado.

“Fueron seis obras las situadas en los puntos más altos de la trayectoria teatral del grupo: Las mil y una noches guajiras, De la extraña y graciosa aventura de Sancho Panza en la ínsula Barataria, Mabay, Matías Pérez, Don Juan Normado y La conquista de Améuropa”.

ESCENA IV

“Guardo con orgullo el Premio de teatro, conferido por las artes escénicas; el del Festival Barrio cuento, de La Habana; el Omar Valdés, de la Uneac nacional; la placa Heredia, máxima distinción de la Cultura, en Santiago de Cuba; la condición de Hijo Ilustre de la ciudad de Bayamo, emitido por la Asamblea municipal del Poder Popular…

“Lo que sí me queda suficientemente claro es que por todas estas motivaciones, me casé con el teatro, imagino que a otros también le sucedió lo mismo”.

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