
Me contaba mi abuelita que las mujeres de ayer no eran como nosotras. Y no porque no fueran lindas, inteligentes y elegantes sino porque la sociedad y el machismo invadían el espacio y ellas quedaban relegadas al fogón, la costura o la atención de una enorme prole.
Hoy nuestra realidad es otra. Desde aquel glorioso primero de enero somos otras. Nacida del ingenio de Fidel y el empeño de Vilma abría sus ojos al mundo en 1960 la Federación de Mujeres Cubanas.
Y comenzamos a crecer, y pintamos de sonrisas nuestro amanecer para asistir a las aulas y superarnos, nos vestimos de voluntad y fuimos más útiles sin dejar de atender a la familia, sin olvidar el fogón sin dejar a un lado la costura.
Se abrió entonces un abanico de posibilidades, un contraste de derechos y aires nuevos que nos permitió desarrollar nuestro intelecto. Porque no hay duda de cuanto es capaz de hacer la mujer cubana.
Y los proyectos brotaron como flores en primavera: círculos infantiles, casas de orientación a la mujer y la familia, cursos de superación, arte, deporte, cultura, desarrollo femenino. Hoy nos puedes encontrar detrás del fogón, atendiendo nuestras labores en el hogar, pero estamos en fábricas, en el surco, en el aula, en hospitales.
Hacemos cultura, aportamos a la economía. Somos glorias del deporte, dirigentes, obreras, amas de casa bien informadas. Hermosas y cálidas como la flor de la mariposa, coquetas y risueñas, alegres y tiernas, pero no dudamos cuando de defender nuestra isla se trata.
Nos tiembla el corazón de nostalgia pero marchamos a tierras lejanas a sanar el cuerpo y el alma de los humildes de América y un poco más allá. Eso somos las cubanas, fieles ejemplos de esta Revolución.