
Hace 41 años tuvo un lugar en Bayamo un nacimiento inolvidable, que cambió la ciudad para siempre. Después de unos seis meses de trabajo contrarreloj, surgía, el 26 de Julio, la Plaza de la Patria, única con ese nombre en Cuba.
Miles de bayameses de distintas ocupaciones ayudaron, de día y de noche, a levantar la obra, autoría de José Ramón De Lázaro Bencomo, más conocido como José Delarra, una figura imprescindible en nuestra cultura, quien partió a la sobrevida precisamente hace 20 años, el 26 de agosto de 2003.
El artista, oriundo de San Antonio de los Baños (municipio actual de la provincia de Artemisa), tenía 44 años cuando en aquel verano vio llenarse por primera vez la plaza, inaugurada entonces por Fidel.
Desde ese momento numerosas figuras de la cultura, la política o el deporte pasaron por ese sitio, en el que se celebraron los actos nacionales del 26 de Julio de 1982, 2006 y 2019. Fue justamente allí, hace 17 años, donde el Comandante en Jefe pronunció su último discurso en ese tipo de conmemoración.
Delarra, al concebir el conjunto escultórico que adorna la institución, modeló varias personalidades de Cuba y el resto del mundo, recreó el paisaje de la Sierra Maestra y acontecimientos de la historia nacional, que incluyeron la Quema de Bayamo (12 de enero de 1869). Precisamente la alusión a ese suceso está en la llama, en el centro del monumento, que constituye el punto más alto de la obra.
“La plaza tuvo un segundo momento constructivo en el 2004, en el cual entre otros objetos de obra, se edificó el escenario, que se utilizaría en actos políticos y galas conmemorativas. Se hizo también un trabajo de ambientación y se agregaron las torres de iluminación que, en su base, cuentan con jardineras que simulan los pétalos de una flor. Esta etapa estuvo a cargo del arquitecto bayamés Pedro Pablo Ramírez Trujillo”, explica la periodista y profesora María Luisa García Moreno en su texto Carlos Manuel de Céspedes y las plazas de Bayamo, dedicado a sitios patrimoniales de la Ciudad Monumento.
Uno de los que más empujaron esa ampliación fue Lázaro Expósito Canto, quien a la sazón fungía como primer secretario del Partido en Granma.
“Ese crecimiento terminó de transformar este lugar emblemático de Cuba, hizo más funcional la institución porque se agregaron nuevos locales, aunque siempre respetando la idea inicial de Delarra. Pedro Pablo Ramírez trató en todo momento de que la textura, la arquitectura y el color del mármol no cambiaran la uniformidad de la obra. Las labores se extendieron hasta el año 2006”, agrega Sara González Obregón, directora de la Plaza.
Otra persona necesaria a la hora del recuento es el artista Wilfredo Díaz Rosales, fallecido hace cuatro años, quien trabajó inicialmente con Delarra y luego, en 2018, lideró las labores de restauración del conjunto escultórico.
Una de las singularidades de este lugar es que en el salón de protocolos se encuentra un vitral, autoría del artista matancero Ernesto García Peña. La obra, colocada en junio de 2005, se denominó Subidas sublimes, representa la flora y la fauna de Cuba, y está considerada, con 3,21 metros de largo y 2,25 de alto, una de las más grandes del mundo trabajadas a un solo paño.
Entre los hechos curiosos vinculados a la Plaza puede citarse uno relacionado con José Delarra: él, una vez terminada la obra, enterró sus zapatos en el bosque que rodea la parte trasera, acaso como símbolo de que su espíritu siempre estará en este pedazo sagrado de la ciudad.
Hoy laboran en esa institución cultural 17 trabajadores, encargados de la animación sociocultural y de divulgar los valores patrimoniales e históricos con distintos espacios en los que participan todos los grupos etarios.
Ellos saben la inmensa responsabilidad que tienen, porque están al cuidado de algo que supera una plaza. Es un símbolo de una ciudad y de un país.