El arte de jóvenes en Cuba: Entre preguntas y respuestas

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Por Yasel Toledo Garnache | 29 febrero, 2016 |
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Después de escuchar varias opiniones y hasta lamentos de autores, me decido a teclear ideas sobre las dificultades de la creación de jóvenes, pues me rebotan en la cabeza, con deseos de salir.

Los primeros escalones para impulsarla deben ser compresión y tolerancia, libertad creativa y apoyo, incluida la promoción, con estrategias comunicativas capaces de lograr altos y medianos impactos, indispensable para que los públicos conozcan las obras.

Ya sabemos que inconformidades, críticas e insatisfacciones inherentes a cualquier proyecto pueden frenar su realización. A eso le sumamos, que editoriales, salones de exposiciones y demás suelen privilegiar a quienes poseen reconocimiento y les auguran aceptables niveles de venta y afluencia de espectadores. ¿Qué pasa entonces con quienes comienzan?

Algunos de ellos, por concepciones, impulsos y otras razones, son cuestionadores y “difíciles”, tanto temática como estéticamente. ¿Qué hacer entones?

Es normal y hasta favorable que converjan en la realización asuntos sociales, desarraigos, cuestionamientos y diferentes posiciones subjetivas y objetivas.
Si nos empeñamos en cerrar puertas, podríamos negar parte de la propia evolución. La cuestión no es olvidar generaciones, sino avanzar y adaptarse al presente preservando la herencia cultural de cada una.

Confirmo que la trascendencia de la obra no siempre depende de la capacidad de propagarla, aunque lo ideal sería conjugar discursos estéticos-formales de altura con su adecuada promoción desde el principio.

Alguien podría resaltar que Cirilo Villaverde escribió Cecilia Valdés, y Wifredo Lam inmortalizó La jungla cuando la unión medios-creación estaba casi completamente alejada del acontecer cultural cubano. Es cierto, pero pensemos también en cuántos otros pueden haber muerto y permanecen en el anonimato, a pesar de un quehacer interesante.

Apunto, además, que el término “arte joven” no depende de la edad de sus autores. Algunos con edad avanzada podrían concebir creaciones renovadoras y otros, con un poco más de dos décadas de vida, estar atados a convencionalismos, sin ánimo de experimentar.

Los directivos relacionados con la Cultura han de comprender que la fuerza de la ideología, el temor o la manía de imponer pueden poner en peligro la creación.

Por parte de los autores, tal vez sea inevitable el compromiso social y con el país, sin que eso signifique excesivos sacrificios creativos. Usted podría estar de acuerdo o no. Esa es mi opinión.

Las complicaciones para acceder a espacios de exhibición y distribución, tradicionales o no, las incomprensiones y traspiés, jamás deben constituir excusas para la improductividad o el vacío creador. Asumir ese tipo de actitud sería un irrespeto al propio arte y a uno mismo.

¿Qué termómetros debemos usar para medir los valores de cada obra? ¿Por qué, con demasiada frecuencia, nos encontramos con escasa asistencia a las presentaciones literarias, exposiciones de artes plásticas y con asientos vacíos en el teatro?

Varias respuestas están en los párrafos anteriores. Las demás debemos buscarlas e implementarlas entre todos, por el bien de la creación de jóvenes. Calidad y promoción deben caminar juntas.