La gala, es quizás uno de los momentos culturales más esperados del carnaval. El público ávido del espectáculo y la novedad acude a la Plaza de Fiestas de Bayamo, capital de la provincia cubana de Granma, donde tradicionalmente se abren las cortinas del rumbón mayor, entre música, danza y humor.
En esta ocasión, no fue diferente. William Delgado asumió la dirección artística, bajo el título Se soltó Bayamo, (frase que en el argot popular hace referencia a alguien que anda sin control, propenso a exageraciones).
La idea, en mi opinión, no fue la mejor para sugerir que la ciudad se abre al jolgorio, pues deja el sabor de lo vulgar. Sin embargo, funcionó la sobria escenografía y el acompañamiento musical de la orquesta dirigida por el maestro Carlos Puig Premión, quien estrenó un tema dedicado al coche, ícono de la ciudad.
Armar un espectáculo de dos horas, sin aburrir al público, es un reto de altura que pocos logran vencer. La presentación resultó extensa, y a las pinceledas humorísticas les faltaron ingenio. Con menos tiempo de duración habrían sido más efectivas las coreografías (casi todas al estilo del cabaret), y selectiva la inclusión de los solistas.
No obstante, tuvo sus momentos animados, sobre todo cuando subieron a escena las agrupaciones invitadas de Wil Campa y la Gran Unión, y JG, quienes gozan de popularidad y así lo demostró el público.
Es lógico que, como gala de un carnaval, incluya elementos distintivos de esos festejos, me refiero a los comparseros, bailarinas, congas, muñecones: cerca de 300 bailarines subieron a escena entre proyectos invitados de Santiago de Cuba, Manzanillo, profesionales y aficionados del territorio, una iniciativa ambiciosa para conjugar.
Ellos aportaron colorido en el escenario, y ese fue uno de los aciertos; por otro lado se explotaron en demasía durante la función. El ir y venir de los bailarines era incesante, opino que tanto la danza como la música han de ir equilibrados si se busca la armonía.
El leitmotiv de la gala fue el programa radial Serpentina, de la CMKX Radio Bayamo, con sus habituales conductores, Olga Sans y José Rodríguez.
Ellos, en escena, no lograron animar al público. Existen fórmulas que funcionan detrás del micrófono radial pero dentro de un espectáculo la cuestión es diferente; tal vez la responsabilidad es del guionista que solo se centró en la reiteración de “se busca el hombre del carnaval”, título más a tono con la función, porque el hombre del carnaval: el sonero Cándido Fabré, sí se robó el show, y agradeció el homenaje.
Sé que fue una gala costosa, muchos laboraron tras bambalinas, y habrá quien se conforme con la producción, pero el arte del espectáculo va más allá de poner a cientos de bailarines en escena, imagen que tal vez guarde de Se soltó Bayamo.