El romance o su opuesto

Share Button
Por Yasel Toledo Garnache | 31 julio, 2015 |
0

Para todos conseguir novias no es cuestión de un chasquido de dedos, ni de simples pavoneos. Algunos las deben «luchar» con versos, carticas y hasta un Ave María. Sin embargo, las insinuaciones, el «dice fulanita que» y las declaraciones por e-mails son cada vez más frecuentes.

Así, de sopetón, alguien podría pararse frente a usted y confesarle «tú me gustas». Y luego el vacilón. Pocos fingen indiferencia. Tal vez por tímidos o porque no le hacen swing a la primera, ni aunque un socio les diga «qué clase niña» y luego un empujoncito.

En la primaria, era más fácil, casi todo se resolvía con escribir «sí» o «no» sobre un pedazo de papel. El noviazgo incluía el encanto de la inocencia.

Según mi abuelo, antes había que pedir permiso a la familia de la jovencita para acercarse a ella. Y eso tenía su caché. «Pero, abue, ¿todos cumplían? ¿Nunca tiraban una canita al aire?», le pregunto. Él sonríe. Y mi abuela lo mira seria. Me recuesto de la silla y los observo.

Admiro el respeto y cariño de los dos, a pesar de más de 50 años de matrimonio.

Yo, con pose de filósofo, podría decir que hoy el romance es una especie de flor en peligro de extinción o de metafísica en la contemporaneidad. Quizá se readapta por influencias del reguetón, de ciertos programas televisivos y de mucho más. Pero la esencia en cuestiones de amor y conquistas será siempre la misma, al menos cuando el sentimiento sea verdadero.

A veces, por «urgencias hormonales», uno se va detrás de la primera curva, y sufre un ponche. Aunque, claro, el jonrón —relación larga— no es la única pretensión en el juego de la vida. Hay momentos de simples «toques de bola» y hasta de «robos de base».

Lo más significativo es lo que pudiera existir detrás de las formas. La ropa de marca o el dinero jamás alcanzará el simbolismo de las flores y las caricias.

Quizá, algunos no sientan tanto placer cuando pasean junto a su pareja por un parque, o al contemplar una silueta desdibujada en el horizonte. Pero eso será hasta que llegue quien acelere su corazón y la extraña mezcla de nerviosismo y felicidad circule como marea por sus venas.

La adolescencia, para estos temas, suele ser una etapa complicada por la inexperiencia y la influencia de los grupos de amigos, de compañeros de aula, de conocidos, en las conductas juveniles y como consecuencia, en ocasiones, presiones o impulsos sociales pueden convertir lo especial en un paso casi ajeno, que pudiera afectar la autoestima en relaciones futuras.

Ante ese panorama, hay que replantearse la idea de salvar el idilio romántico, las formas creativas de enamorar y quitarnos de encima la idea preconcebida de que todas las personas deben recitar poemas o regalar flores para cautivar a su «media naranja».  A fin de cuenta, cuando se trata de pasiones, no importa si eres joven o viejo, sino que lo sentido se exprese con la intensidad que merece la persona querida.