La quinta, precios, celulares y los mangos…

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Por Rodrigo Motas Tamayo | 17 agosto, 2024 |
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El asombro fue grande al ver la etiqueta de precios de aquel rollo de papel higiénico, nada menos que 160 pesos y, como los pensamientos son libres, mis neuronas corrieron frenéticas  por el camino de las especulaciones y la imaginación.

Pensé fue que ese significativo rollito no es para el uso conocido por todos, más bien tendrá valor ornamental y como suovenir de una época de mipymes intermediarias , de nulos aportes, pero sí responsabilizadas con el sube y baja de algunos precios.

En la Quinta del Señor hay de todo, reza un viejo proverbio; pero ni el Señor ni la Quinta se imaginaron que los precios en estos tiempos subirían tanto, al estilo de Matías Pérez; con la diferencia de continuar ahí y no desaparecer, como aquel personaje y su globo.

Activados en estos meses en Modo verano, porque la etapa estival lo amerita y el cuerpo lo pide, muchos ponen el grito en el cielo, cuando tratan de disfrutar las opciones existentes y se percatan de que, por el valor de los productos en venta, sus bolsillos no dan para más.

Con cuánta tristeza miramos una libra de carne de cerdo a 600 pesos, la de frijoles a 400 o un aguacate a 100 y así por el estilo, para hacer valer el refranero popular: cuestan un ojo y la mitad de otro.

Julio y agosto, cada año, traen a las familias cubanas un notable cambio, con los hijos en casa, lejos de las bondades del círculo infantil o la institución educativa donde se forman para el mañana.

Imagínense, aquellos con más de tres pequeñines en el hogar pidiendo chupachupa y Pelly todos los días…Bueno, hay quienes solventan la situación con una maceta de anoncillos y un viajecito a la playa en “el coche de San Fernando”.

Que conste, una  maceta de anoncillo cuesta, cuando menos, 20 pesos; un melón del tamaño de una güira, 50, y la libra de mango, que no importa el tamaño, señoras y señores, vale igual que la maceta de anoncillo, vendida “a ojo de buen cubero”.

Así las cosas, solo viene a sacar la cara por nosotros ese artefacto inteligente que tanto criticamos por el nefasto uso en exceso, y más en los niños; pero, en sus manos, hay que reconocerlo, no tiene secretos, y permite exclamaciones como: “¡No salen de casa…  Es todo el día con el maldito teléfono!”

Claro, por dentro, allí donde el orgullo nos toca, sentimos el alivio de que no pidan chupachupa o Pelly,  como hacen muchas veces aquellos otros en los parques infantiles y se les prometen dulces para cuando hayan almorzado.

Aclaro, además, que, aunque se quiera dignificar ese rollito de papel higiénico por su uso cotidiano, sería necesario perderse en cuentas interminables, si en alguno hubiese hecho mella “eso que anda”, dengue o el Oropouche, y resultaría muy cara su presencia en el baño.

La quinta, precios, celulares y los mangos…deja una pregunta a responder, a pesar de la voluntad política y del Estado y las nuevas disposiciones: ¿Cuándo podremos adquirir productos sin que nuestros bolsillos pierdan la costura (compostura, en el mejor de los casos)?