Lo que vale la pena

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Por Sara Sariol Sosa | 22 febrero, 2023 |
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Si hay algo que la vida se empeña en enseñarnos cada día, es que la naturaleza no repara en estándares sociales, y el impacto de sus adversos fenómenos nos deja a todos por igual, sin excepción, en un probable riesgo. Mas, lamentablemente, no queremos aceptarlo así.

A veces, determinados sucesos nos han removido la estabilidad emocional, como en los días más tristes de la pandemia de la Covid 19, cuando vimos partir por aquel maléfico virus a tantas personas cercanas, a quienes llamó la muerte sin importar raza, estatus, edad…

Nos estremeció sobremanera tal realidad, pero no salimos todos de aquellos momentos absolutamente como mejores personas, hay quienes emergieron con una disposición increíble para aprovecharse de necesidades y carencias para lucrar, comportamiento que todavía nos pasa factura con cara de litro de aceite a mil 500 pesos, monto igual a los ingresos por jubilación de cualquiera de nuestros padres.

En ocasiones he escuchado a devotos asegurar que tantos fenómenos mundiales se deben a nuestras irresponsabilidades y negativas actitudes, y aún desde mi cierto ateísmo me he preguntado cuánto de razón habrá en esos argumento

Lo que sí está claro es que hay procederes incorrectos que se pagan caro, como ha sucedido en Turquía, donde miles de edificios se convirtieron en polvo, no resistieron el embate del terremoto, según dicen, porque en su construcción fueron violadas las normas técnicas para enfrentar tales fenómenos.

No escapó del desmoronamiento uno de los complejos más exclusivos de la ciudad turca, una urbanización vertical de 249 apartamentos que presumía de haber aplicado los “más altos estándares de construcción”, levantado en pleno centro de Antioquía, y llamado hasta antes de la tragedia “un trozo de paraíso”.

Pero se vino abajo dejando atrapadas en sus escombros a cerca de mil personas, sin importar la situación financiera que las acompañara y les permitiera vivir en una lujosa edificación.

He leído entre tantas noticias, de la detención de empresarios con responsabilidad con aquellas incorrectas construcciones, cuya calidad, por cierto, parece que nadie chequeó. Mas, ya los muertos están muertos, y son tantos miles que desgarran la conciencia y el alma.

Nosotros tenemos la suerte, por así decirlo, de vivir en una isla que no conoce tales experiencias, pero nos sigue lacerando hasta los tuétanos, ese terremoto que provoca la inconsciencia, la especulación, el egoísmo, el oportunismo en medio de situaciones difíciles.

Leamos más, miremos más allá de nuestras fronteras, y, por favor, entandamos que lo más importante, aunque sí necesario, no es lo material, y que más valioso que todo el dinero del mundo es la vida, y tener la disposición de contribuir a que por igual la disfrutemos, a que se alivien las tensiones por una real falta de recursos.

Sentémonos por un momento a pensar con profundidad, que si la pasamos peor es por nuestros errores, por la falta de voluntad que a veces nos impide resolver problemas comunes, por la criticable actitud de sálvese quien pueda…

Trabajemos juntos por mejorar, y convertir esta Isla en el trozo de paraíso que todos por igual nos merecemos. Es de verdad lo que vale la pena.