Cuando está por cerrar abril, el país ha puesto una luz roja en su proceso inversionista, porque desde mucho antes de que la pandemia nos azotara, particularmente desde el 2015, no se ha logrado cumplir el plan de inversiones para cada año, las cuales han quedado por debajo del 90 por ciento la mayor parte de las veces.
Aunque para tener un ritmo adecuado de desarrollo es necesario invertir anualmente del 20 al 25 por ciento del Producto Interno Bruto, el monto invertido se ha mantenido por debajo de esos márgenes y, por demás, las inversiones puestas en marcha no han dado el rendimiento previsto.
La nuestra, como otras provincias, no escapa a esas realidades, y somos conscientes de que en diferentes etapas hemos decidido incursionar en proyectos que en breve tiempo han colapsado, por la razón que sea.
En las condiciones actuales, en las que no solo se precisa invertir con una mirada al mercado internacional, sino también a lo interno, donde hay una demanda muy insatisfecha, este comportamiento impone una reflexión mucho más profunda.
Primero, porque es vital dinamizar la economía y en correspondencia los programas sociales, y segundo, y no menos importante, porque no podemos por ningún concepto darnos el lujo de gastar recursos para luego no sacarles ningún provecho.
Parecerá recurrente, pero una y otra vez se ha planteado la necesidad de aprovechar la flexibilización tantas veces añorada, contenida en 43 medidas aprobadas para fortalecer la empresa estatal socialista, y que, en honor a la verdad, poco nos hemos servido de estas.
Un especialista en temas económicos en el territorio, advertía, recientemente, que hay cierto temor a invertir, pero como bien reza el dicho, “el que no se arriesga no gana”.
En materia de inversiones, sabemos cuántos problemas rondan desde hace mucho los proyectos de desarrollo local, donde se concentran nuestros mayores intentos inversionistas, y para los cuales se han aprobado para este año aquí unos 29 millones de pesos, de estos 15 para construcción y montaje, cuatro para equipos, y 10 millones para otros propósitos.
No podemos seguir desaprovechando ese dinero, pero al emplearlo estamos precisados de estudiar muy bien cada proyecto, la eficacia de cada alternativa, los mercados, la demanda y el tiempo de recuperación de la inversión.
El titular de Economía y Planificación en el país ha reiterado que, en ese camino tenemos la fortaleza de disponer del Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta 2030 (PNDES), dentro del cual deben concebirse las inversiones, pero del que no siempre nos acordamos.
Ha reiterado la dirección del país, la necesidad de no tener ociosa ninguna capacidad productiva, y frente a tal prerrogativa, demos una mirada a nuestro alrededor en cada localidad, y encontraremos la más contundente respuesta.
No es fácil, se corren riesgos en un tiempo de mercado tambaleante en insumos y precios, pero los nuevos actores están accionando, y muchas entidades estatales no, incluso pretenden vivir a la sombra de aquellas, revendiendo lo que estas son capaces de producir.
Será así muy difícil avanzar, si todos no piensan en iniciativas audaces, y más que eso, las proyectan, las planifican adecuadamente, y las sacan del papel y del discurso, para aterrizarlas eficientemente en la práctica.