Las discusiones en centros laborales laceran la imagen social y minimizan el principio martiano: “Con todos y para el bien de todos”.
En el cumplimiento de mis responsabilidades reporteriles, hace poco, fui testigo de un hecho desagradable, en el que un directivo reclamaba a sus subordinados acerca del incumplimiento de un informe que debía presentarse en una asamblea; dicho documento carecía de los argumentos convincentes, lo cual llevó al jefe a estallar en cólera.
De lo que se trataba, durante la discusión, ya no era del análisis del informe, sino de una lid, que lejos de resolver el problema agravaba la situación.
Aquel acontecimiento me hizo recordar una escena de conflicto “bélico” en el que el lenguaje adoptaba forma de cañón.
Tal ejemplo, muestra la incapacidad de algunos cuadros y directivos para desarrollar el trabajo en equipo y buscar el consenso, la solución y los puntos comunes.
Quienes dirigen, deben concientizar que la comunicación es una herramienta eficaz, y junto a la sencillez, poseer cualidades que no son aprendidas en academias, como el poder de la persuasión y la motivación.
En las organizaciones hay que crear ambientes sanos, de alianzas familiares, y de igual manera identificar las fuentes de conflictos que pueden ser, entre otras cosas, las personas tóxicas, autoritarias o aquellas con una doble moral en la construcción de su discurso.
Igualmente, es importante aceptar la diversidad de criterios para la resolución de los problemas laborales, y ser capaces de dialogar, escuchar y entender. Las palabras pueden edificar puentes o muros que abren o cierran toda posibilidad de acción empresarial.
“Yo creo que debes trabajar de esta manera, porque de esta otra no te está dando los resultados esperados”, esta es una frase alentadora y energizarte, mientras que: “Tu siempre hace las cosas mal, no sirves para nada”, etiqueta a la persona con actos negativos repetitivos, influyendo nocivamente en las actitudes del individuo.
Debemos cuidar nuestro lenguaje, respetar la ética de la relación y saber que cada personalidad es diferente, la cual se manifiesta en valores, creencias y patrones culturales y de la conducta.
Junto a las buenas prácticas comunicativas, ser tolerantes, competentes, responsables, así como ayudar a otros, es la clave para el éxito de una empresa.