Otra vida

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Por Yeema Martínez Yee (Estudiante de Periodismo) | 23 noviembre, 2023 |
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Ilustración Florenda Capella

Marcos ama los dibujos, siempre lleva un cuaderno gastado que desdobla artísticamente con su único lápiz Made in China de color oscuro como sus trazos.

Día a día reacomoda sus páginas rayadas por el carboncillo reforzado. Día a día el fondo de su arduo trabajo es un piso desdeñoso que ya le ha tomado aprecio por tanta desidia acumulada.

Recolecta una parte de su alma como si de ello dependiera su vida, en la casa, en la escuela, en la calle más transitada, con otros adolescentes de testigos, con otros adultos de protagonistas.

El único tono que conoce es el desprecio y aunque es católico no sabe que carga con el pecado de ser diferente al resto de sus compañeros, de ser el único hijo de una familia resquebrajada por el tiempo, por la imprudencia de hematomas fuera del escrutinio público.

Marcos no sabe por qué su carne es negra, por qué le atraen un cuerpo fornido y una mente en extremo potente. No comprende por qué un mensaje de odio llega en forma de notificación a su pequeño celular. No entiende por qué la profe no ve que en su cara se apaga la vida cada vez más.

Camina solo desde un punto a otro de la ciudad. Bebe toda el agua que puede de un pomo amarillento. Sofoca su cuerpo. Corre. Ya sus zapatos no aguantan más. Los mira con lágrimas en los ojos y una rabia interna pronuncia el cansancio de su mente. Hace un esfuerzo. Llega al habitáculo que lo envuelve cada noche. Respira. Come las sobras del día anterior. Duerme en el mismo colchón raído de siempre. Piensa. Luego existe.

Sabe que tiene que terminar el pre (universitario) para alejarse de una vez y por todas de su lugar de origen, sabe que lo esperan a la salida de clases para golpearlo y abuchearlo delante del chico que le gusta. Marcos tiene miedo, sus manos temblorosas lo delatan, pero nadie hace nada, sigue sin concebir por qué le pasa todo esto.

¿Pero cómo concebir algo tan absurdo como la discriminación?

Un día más, un golpe más. Marcos despierta con la luz del sol en su cara, el sabor de la sangre seca invadiendo sus labios. Apresurado toma un vaso de agua por desayuno y sale, nuevamente, al infierno. Aminora el paso, llegar tarde se ha vuelto costumbre desde que dejó de tener dinero para el transporte público. De reojo observa un camión, lo piensa claramente, las imágenes de un cuerpo desgarrado se agolpan en su mente; deseos no le faltan, lo sabe muy bien, terminar con el sufrimiento es ahora mismo, su concepción de vida.

Nervioso, salta, avenida abajo, por el medio de la senda izquierda. Los autos danzan al ritmo de la música ensordecedora, ¿será su banda sonora definitiva? – se pregunta.

El milagro viene, se hace la luz y un tono agudo, roba un instante. La acuarela de vida se cierne sobre colores opacos, se apaga, una vez más, otra vida.

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