
Algunos lo recuerdan como un árbitro implacable. Pero la vida de Esquicio Brizuela García -un hombre que el jueves pasado cumplió 88 años-ha sido muchísimo más que una larga ruta sobre los terrenos de béisbol.
“Una vez boté poco a poco a un equipo completo de pelota. Yo no era fácil en ese aspecto”, expresa sonriendo, con una lucidez admirable, mientras muestra varios reconocimientos que avalan sus aportes al movimiento deportivo de Cuba.
“La peor experiencia la tuve en Buey Arriba, donde canté un out en segunda base que prácticamente me puso a correr”, sigue diciendo en tono de broma.
“No era el mejor árbitro, pero hacía mi trabajo con amor, pasando por encima de muchas limitaciones.
Esquicio fue fundador del Inder, incansable promotor de la recreación comunitaria, trabajador de mantenimiento de instalaciones deportivas, administrador de combinados o academias, iniciador de la práctica del ciclismo en Bayamo, juez- árbitro de boxeo y “ampaya” de muchas series provinciales de pelota.
Trabajé en tantos lugares vinculados al deporte que se me pierden en la cabeza”, dice este incansable ser humano, que en 2015 recibió públicamente el Premio a la Obra de la Vida.
Su tono de chiste cambia radicalmente cuando habla de sus primeros años, en el caserío de Barranca, donde se vio envuelto en tareas agrícolas demasiado rigurosas para un niño.
“Fue una época terrible, di azadón como loco. Imagina que en nuestra casa vivíamos seis hermanos y yo era el mayor, había que inventar para ganarse unos centavos. Después vine para Bayamo, vendí dulces en el parque y en la terminal”, rememora.
Desde esos tiempos en la actual capital provincial de Granma se enamoró del voleibol, disciplina que practicó aunque sin llenar titulares en la prensa.
“Jugué pelota, pero no me destacaba; entonces me dediqué al arbitraje desde 1963. Cuando empecé éramos unos poquitos aquí. Luego vinieron otros que llegaron a las series nacionales como Orlando Camps y Melchor Fonseca”, acota.
Esquicio expone que pasó cursos (enseña un viejo carné de árbitro), pero por distintas razones no siguió en el camino de la superación, que lo hubiera llevado a las series nacionales de béisbol. De todos modos está contento con su obra, que sobrepasa el ámbito deportivo.
“Dirigí varios años la comparsa infantil y antes lo hice con la de los CDR. Disfrutaba mucho eso, había una rivalidad sana entre los directores, entre los que estaba el ya desaparecido Roberto Boris”, subraya.
Hoy, en su casa de la calle Parada, dedica sus días a repasar anécdotas o a seguir los partidos de béisbol mediante la radio. “Dejé de ir al estadio Mártires de Barbados, que forma parte de mi vida”, manifiesta con nostalgia.
Vive orgulloso de haber creado una familia junto a Reina González Castillo, su esposa desde hace 59 años. No obstante, todavía llora al evocar a Nereida, la hija fallecida a los 48 abriles, atacada por una enfermedad repentina.
De sus otros retoños, Juliana y Reynaldo, este último siguió los pasos del deporte y se graduó como licenciado en Cultura Física, algo que también hizo el nieto, Reynier Verdecia Brizuela.
Cuando La Demajagua le preguntó al protagonista de estas líneas si conocía la frase de algunos aficionados: “Ese árbitro es peor que Esquicio” volvió a sonreír. Dijo que al menos así se recordaban de él y que no se arrepiente de haber cantado bolas o strikes porque siempre lo ánimo hacerlo desde el lado del bien.