Pablo, la billetera y los jardines

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Por Osviel Castro Medel | 1 agosto, 2022 |
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Tocó a la puerta de mi casa antes de la 7:30 de la mañana y casi solemnemente dijo que necesitaba un favor.  Me intrigó un poco a esa hora, pero a medida que fue hablando, pude aquilatar mejor el gesto de aquel hombre de frases cortas, de ademanes rápidos y a quien veo cada día arreglando jardines de edificios multifamiliares.

El “favor” era que avisara “lo más pronto posible” al telecentro provincial CNC TV el hallazgo de una billetera perteneciente a un joven oriundo de Guisa. “Todo está intacto”, refirió con los ojos iluminados, como quien revela a un semejante haber encontrado un tesoro que nunca ha de tocar.

Grabé en la mente el nombre de la persona que había extraviado la cartera, la cual contenía documentos de identidad, una tarjeta magnética, dinero y más. Sin embargo, no pude comunicarme con la televisión local, entonces pensé en las redes sociales, que no solo sirven para cultivar egolatrías y vanidades.

Por la tarde le escribí al joven, pero sorprendentemente me respondió que ya tenía la billetera y todo lo demás en su poder, pues Pablo Santos, el protagonista de esta historia, ya lo había localizado mediante su hija y se habían visto en Malvango, donde reside el hombre que tocó a mi puerta.

“Casi se me salieron las lágrimas de la emoción, no porque apareció la billetera, sino por el gesto de devolverla y con todo dentro. Estas pérdidas ocurren con frecuencia, pero no es frecuente que alguien devuelva dinero cuando este anda por medio, sobre todo con la situación económica que vivimos en estos tiempos”, me contestó Juan Manuel Hernández, el muchacho de la pérdida.

Él, médico por demás señas, filosofaba diciendo que ejemplos como el de Pablo demuestran que sí existen seres honestos y de buen corazón. “Pero lo bonito sería que el mundo estuviera lleno de esas personas, como algo habitual y no con esa añoranza de tiempos pasados”, remarcaba él.

Si ahora cuento la anécdota en estas páginas es por las reflexiones que nos deja, especialmente ese mensaje final, poseedor de muchas verdades de peso. Ni se han extinguido los valores ponderados como la honradez, ni vivimos épocas en las que nuestros padres nos hacían retornar a la casa de un vecino a devolver los cinco centavos que encontramos en el patio.

Tal vez, por esto último, se ha vuelto “noticia” hallar algo y devolverlo  incólume, como si fuera una rareza, una extravagancia, una genialidad.

Incluso, hemos visto que cuando se ha publicado el gesto de un ciudadano entregando, por ejemplo, la billetera de un turista, no han faltado las burlas, el choteo y hasta las ofensas. De modo que lo universalmente “bueno” ha pasado a convertirse en el pensamiento y el actuar de  unos cuantos en “malo”.

Al margen de criterios dispares, probablemente lo más hermoso de esta historia es que Pablo, quien ni siquiera sospecha el contenido de estos párrafos, fue inmensamente feliz devolviendo la billetera. Y para él la felicidad puede habitar en saber recortar un jardín,  en andar con la frente alta y en servir a los demás, más que en tomar un dinero “perdido” en el camino.

Creo, sinceramente, que hacen falta muchos más como él, capaces de decir de corazón “eso fue lo que me enseñaron”; y también necesitamos otros como Juan Manuel pues también viven entre nosotros los malagradecidos que ni se inmutan cuando se les devuelve un objeto extraviado.

Necesitamos más ciudadanos que sigan cultivando las rosas calladamente, como Pablo, y haciendo suyos los preceptos de George Washington (1732- 1799), uno de los padres fundadores de Estados Unidos de América, quien nos dejó para la posteridad esta hermosa sentencia: “Espero tener siempre suficiente firmeza y virtud para conservar lo que considero que es el más envidiable de todos los títulos: el carácter de hombre honrado.”

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