
Bartolomé Masó, Granma. – A los pies de la Sierra Maestra, donde las montañas se visten de verde y los ríos cantan su historia, se erige desde 1967 la presa Paso Malo, una obra que es testimonio de la voluntad hidráulica que la Revolución cubana emprendió, tras los trágicos días del ciclón Flora de octubre de 1963.
Más que un muro de concreto, este embalse, con capacidad de diseño de 95.6 millones de metros cúbicos de agua, se mantiene como un bastión esencial para la gestión hídrica en una de las zonas de mayores registros pluviométricos de todo el país.
Según explica Eduardo Pulgar Labrada, jefe de obra, su llenado depende de cuatro afluentes principales: el río Nagua, con extenso recorrido desde Buey Arriba; los caudales menores pero significativos del Colorado y Providencia; y el majestuoso Yara, que llega con la fuerza de las vertientes del Turquino, más allá de La Jeringa.
“Todas estas fuentes cursan las montañas más elevadas de toda Cuba cuyos arroyos, manantiales, vaguadas y cañadas se convierten en potentes riadas en días de lluvia, detalla Pulgar Labrada. Es esencialmente esta característica geográfica la que convierte a la presa en una infraestructura crítica para el control de las crecidas”.
UNA OBRA MULTIFUNCIONAL CON MECANISMO DE SEGURIDAD
Acoplada a la presa, la Pequeña Central Hidroeléctrica (PCHE) Río Yara, también pionera en su tipo en el país, aprovecha parte del agua que escurre por la presa para generar energía. Este flujo, de 20 metros cúbicos por segundo, es luego derivado de forma controlada: una parte sigue el cauce natural del río y la otra alimenta el canal de riego para la agricultura, reuniéndose nuevamente en un punto cercano al poblado capital en Yara.
Sin embargo, advierte el especialista, el verdadero desafío llega cuando las lluvias torrenciales azotan la Sierra y la presa amenaza con superar su límite. “Para ello, fue diseñado un aliviadero o vertedero con una capacidad de descarga monumental de dos mil 868 metros cúbicos por segundo, un volumen que, afortunadamente, nunca ha sido superado”.
RIESGO INMINENTE Y LLAMADO A LA CONCIENCIA
La particularidad de este sistema de seguridad, acota Pulgar Labrada, es que es automático. “Cuando la presa comienza a verter, el flujo de las aguas es directo desde las fuentes hasta el cañón principal aguas abajo del embalse, fenómeno que constituye un gran peligro para las poblaciones y cultivos asentados a ambos márgenes del río Yara, desde el vertedero hasta su desembocadura en el golfo del Guacanayabo.

“Después que comienzan los vertimientos, es como si la presa no existiera, subraya Pulgar Labrada. La fuerza bruta de la naturaleza, acumulada en las montañas, se libera directamente al torrente, transformando un río apacible en una corriente poderosa e implacable en cuestión de horas”.
Ante este riesgo inminente, las autoridades de la Defensa Civil en Bartolomé Masó y Yara son enfáticas en sus indicaciones. Se insta a la población a evitar actitudes temerarias como cruzar el cauce crecido, bañarse o realizar actividades de pesca durante estos eventos. La sensatez y la disciplina, además del conocimiento del peligro deben ser las banderas de quienes viven aguas abajo de esta monumental obra.
Ante esta convergencia de factores Paso Malo se convierte, no solo en un reservorio estratégico, sino en veneración constante del poder brutal de la naturaleza, combinación perfecta que le hace valer su dualidad perenne de reguladora de agua y protectora de vida.
