El destacado luchador revolucionario Pedro León Maceo Chamorro, farmacéutico y coronel del Ejército Libertador cubano, nació en la ciudad de Bayamo, el 16 de abril de 1840, hace 185 años. Recibió el bautizó en la iglesia Parroquial Mayor cuatro días después, por el cura Diego José Baptista.
Era hijo el del también farmacéutico Pedro Manuel Maceo Infante-Villalobos, subdelegado de farmacia en la jurisdicción de Bayamo, y María Encarnación Chamorro Ortiz. De esta unión nación 9 hijos en el orden siguiente: Manuel, José Néstor, Caridad, Pedro, Juan Manuel, Rosario, Delfín María, Néstor y Concepción (Concha).
Además, tenía otros hermanos del primer matrimonio del padre con Luisa Osorio Ramírez: Francisco Wenceslao (Pancho), Dolores (Lola) y Francisca (Panchita).
Como hijo de familia acaudalada asistió al colegio de San José del maestro José María Izaguirre y luego pasó al colegio seminario San Basilio el Magno de Santiago de Cuba. Posteriormente ingresó en la Universidad Literaria de La Habana para formase como Bachiller en Ciencias.
En 1860 pasó a Santo Domingo, en cuya universidad obtuvo el título de Licenciado en Farmacia el 11 de abril de 1862. La Junta Superior de Medicina, Cirugía y Farmacia, reconoció sus amplios conocimientos en las ciencias médicas y le autorizó a ejercer libremente su profesión.
A fines de ese año, cuando pensaba regresar a Cuba, fue nombrado por decreto real primer ayudante de farmacia del Cuerpo de Sanidad Militar del llamado Ejército Expedicionario. La misión era combatir a los patriotas dominicanos, sublevados recientemente contra la dominación ibera, bajo el mando del general Gregorio Luperón.
Ejerció en el hospital de Santiago de los Caballeros, en la brigada del general Buceta. En el combate del Puente de San Luis, cercano a esa ciudad, recibió una herida en el cuello de carácter grave. Incluso se le dio por muerto.
Ya se le iba a enterrar cuando, el médico del batallón quiso extraerle la bala para enviarla de recuerdo a su padre. Su sorpresa fue que Maceo Chamorro mantenía su aliento de vida y abrió los ojos.
Contrario a los colonialistas, que asesinaban a los prisioneros de guerra, Maceo Chamorro recibió urgentes curas y cuidados especiales. Una vez salvada la vida, fue encerrado en una prisión.
En los comienzos de abril de 1865 fue trasladado a Puerto Plata y canjeado por un sacerdote patriota. Entonces fue embarcado para Cuba.
En Bayamo su familia le acogió, lógicamente, con entusiasmo. El Gobierno español, en reconocimiento a “su valentía y temeridad” le otorgó la Medalla de Sufrimiento por la Patria y la Cruz Roja de Mérito Militar.
Sin embargo, aquellos honores no los recibió con agrado y a los dos meses solicitó la baja del Ejército español. En julio de ese año llegaban a Cuba algunas unidades españolas evacuadas de San Domingo ante la victoria del heroico pueblo dominicano.
SOLDADO DE LA LIBERTAD
Llegó en un momento explosivo de la sociedad bayamesa, donde sus más preclaros hijos se preparaban para luchar por la conquista de la independencia, siguiendo el ejemplo de los patriotas dominicanos. En la conspiración anticolonial jugaban un importante papel su padre Pedro Manuel Maceo y su medio hermano Francisco Maceo Osorio.
No es entonces casual que Pedro León Maceo, llegado de una terrible experiencia bélica, decidiera luchar a favor de la emancipación de su país, justamente, del lado de la justicia y la felicidad de su pueblo.
En espera de la hora del estallido armado, pasó a la ciudad de Baracoa como médico ayudante en agosto de 1865 y en febrero de 1868 asumió la atención de la botica del padre en la villa de Jiguaní.
En octubre de 1868 tan pronto conoció del grito de La Demajagua, se alzó con Francisco Maceo y horas después, el día 13, ocuparon el pueblo de Guisa.
Por el dominio que tenía de la medicina y la necesidad de curar a los heridos y enfermos, en todo momento, se mantenía en los hospitales de campaña.
Llegado el momento de quemar la ciudad de Bayamo ante la inminente caída en manos del general español Blas de Villate, conde de Valmaseda, la familia Maceo prendió fuego a su casa y la botica anexa. Mérito histórico de primera magnitud, en una familia de raigales patriotas.
El historiador José Maceo Verdecia, en su libro Bayamo (1936) atribuye a Pedro Maceo Chamorro toda la gloria de ser el primero en quemar su casa bayamesa. De manera acrítica la repiten todos los que consultan su obra. Sin embargo, es bueno aclarar que la mansión y la amplia botica eran propiedad de Pedro Manuel Maceo Infante, su padre. Lo que sucede es que en ella convivía su hijo Maceo Chamorro.
En reconocimiento a sus méritos patrióticos y lealtad a la causa separatista, Carlos Manuel de Céspedes le ascendió al grado de comandante el 10 de abril de 1869.
HOMBRE DE INTRANSIGENCIA REVOLUCIONARIA
Una vez reestructurado los mandos revolucionarios, tras los debates constitucionales de la Asamblea de Guáimaro, el comandante Maceo Chamorro, fue designado jefe de Sanidad de la División de Las Tunas, comandada por el general Vicente García.
El entonces coronel Modesto Fonseca Milán, oriundo de Bayamo, declaró sobre los valiosos servicios prestaos por Maceo Chamorro: “Se distinguió tanto que nada hubo más merecido que hacerlo figurar como médico de primera clase a pesar de ser farmacéutico, pues no hubo médico en la Revolución que le aventajara en conocimientos militares en servicios importantes”.
El 30 de enero de 1874, obtuvo la categoría de teniente coronel y pasó a prestar sus servicios en la Brigada de Cambute, que dirigía el brigadier José de Jesús Pérez.
En estas circunstancias visitó varias veces la prefectura de San Lorenzo, en la Sierra Maestra, donde moraba el mayor general Carlos Manuel de Céspedes, después de su destitución de la presidencia de la República cubana por una facción de la Cámara de Representantes.
En este tiempo íntimo bastante con el hombre de La Demajagua, con quien conversaba sobre distintos temas y con frecuencia jugaba partidas de ajedrez. Por esos azares de la vida, se midieron en el tablero nuevamente en la mañana del trágico 27 de febrero de 1874.
Unas horas después, a la una de la tarde, una columna española invadió los predios de San Lorenzo. En un combate desigual, fue abatido, con un disparo en el corazón, el egregio patriota, el alma misma de la Revolución.
Pedro Maceo pudo escapar de la embestida enemiga, lanzándose aguas abajo del río Contramaestre, es decir, en el sentido contrario al avance de los contrarios.
En los distritos de Holguín y Jiguaní, continuó sus labores como médico, salvando la vida de muchísimos patriotas.
Pero la lucha redentora sufrió los embastes de las sediciones militares, el regionalismo y las indisciplinas. Estos males abrieron caminos al Pacto del Zanjón y prácticamente al final de la guerra liberadora.
Entre los que se opusieron a lo pactado estuvo el teniente coronel Pedro Maceo, quien acompañó a los generales Antonio Maceo y Titá Calvar en la histórica Protesta de Baraguá el 15 d marzo de 1878.
En esta hora crucial para la patria, estuvo entre los que defendieron ante el célebre general español Arsenio Martínez Campos los principios de la independencia absoluta y la abolición total de la esclavitud.
Teniendo en cuenta sus valiosos servicios a la gesta independentista, el Gobierno Provisional encabezado por el general Titá Calvar, promovió a Maceo Chamorro al grado de coronel. Entonces formó parte de la Jefatura del Ejército Libertador, bajo la dirección del general Vidente García.
Al no poderse continuar la guerra, capituló junto al general García y retornó a Bayamo, con el prestigio del deber cumplido. En su pecho se mantuvieron latentes los sentimientos independentistas y los nuevos aprestos bélicos lo encontraron decidido a volver a la manigua redentora.
En febrero de 1879, contrajo nupcias con su prima hermana María Rosa de las Nieves Madero de la Cruz y Chamorro, con la que tuvo cuatro hijos, entre ellos Concepción de Francisca.
Muchas páginas pueden ser escritas sobre el extraordinario patriota que fue Pedro Maceo, un hijo de Bayamo, que jamás renunció a la lucha contra la opresión española. Vivió en Puerto Padre, Las Tunas y Campechuela. Por sus ideales revolucionarios sufrió prisiones y destierros.
Fue una vida breve pero llena de vicisitudes en aras de la libertad. Una mortal enfermedad lo abatió el 15 de noviembre de 1896, a los 56 años de edad.
FUENTES: José Maceo Verdecia: Bayamo (1936); Enrique Orlando Lacalle Zauquest: Cuatro siglos de Historia de Bayamo (1947); Eusebio Leal Spengler: Carlos Manuel de Céspedes. El diario perdido (1998); y Centro de Estudios Militares de las FAR: Diccionario enciclopédico de historia militar de Cuba (2006).