Pocas veces es su bregar cotidiano un periodista detiene su apurado paso para medir cuan sacrificada es la labor que realiza y cuánto aporta a la sociedad. Su afán de mantener informado al pueblo, ese latido necesario que lo impulsa a los más recónditos lugares unido a la cotidianeidad en constante movimiento hace de estos hombres y mujeres un eslabón notable en su entorno social.
Y aun cuando en busca de historias de vida indagan e investigan, pocas veces revelan la suya propia, esa que plagada de preocupaciones familiares queda muchas veces en pausa para entregar mente y alma a la profesión que desempeñan.
Los horarios no existen y los días no bastan para este multifacético trabajador de la palabra. El surco, las calles de la ciudad, las plazas culturales, las fábricas y escuelas son testigos fieles que atesoran sus huellas inquietas. Siempre preguntando, siempre indagando, siempre dispuesto a servir a su pueblo, sobreponiéndose a los obstáculos incluso superándose a sí mismo para ser mejor cada día.
Para alcanzar la meta, entiéndase la información veraz y precisa, el periodista vestido de atrevimiento usa métodos la psicología para preparar a su entrevistado, el conocimiento necesario de la materia a tratar, el leguaje preciso para que el mensaje llegue a todos por igual, la astucia que caracteriza al cubano y su propio corazón.
Ese que llora, se estremece y siente el diálogo que con risas y lágrimas arranca de su interlocutor cuando aborda temas sensibles. Saber llegar, hacerlo bien, crecer profesionalmente es un camino en constante movimiento que requiere sacrificio, entrega, y mucho amor.
Y no es culto a la personalidad es el reconocimiento a esos trabajadores cubanos que merece respeto y cuyo mayor premio es la opinión agradecida, de su pueblo, su razón de ser.