
Ciego de Ávila.–Lejos de los monocultivos tradicionales, los campos de esta provincia central se diversifican con un verde-amarillo prometedor: las plantas oleaginosas experimentan un salto productivo y significativo.
Con técnicas innovadoras y el rescate de tierras antes subutilizadas, agricultores avileños encabezan un movimiento esencial para sustituir importaciones y fortalecer la resiliencia económica nacional y de la provincia.
Es por ello que, guiada por las máximas autoridades políticas del territorio y de la mano del sector agrícola, la idea cobra fuerzas y lejos de detenerse en el tiempo se desarrolla, pese a bloqueos, limitaciones de recursos y algunas insatisfacciones en cuanto a la agilidad de las siembras de esas plantas, alternativa para adelantar el paso en la búsqueda de la tan anhelada soberanía alimentaria.
El programa provincial de oleaginosas echó raíces en 2024 con un objetivo claro: reducir la dependencia de importaciones de aceites comestibles mediante el cultivo, en lo fundamental, de girasol, ajonjolí y soya, sin descartar otras como el maní, esta última, también con tradición en el territorio.
Los municipios que marcan la avanzada son Ciego de Ávila (223 hectáreas), Baraguá (175) y Ciro Redondo (116), mientras que Majagua (62), Chambas (51) y Florencia (31) deben encarrilar mejor el programa.
HISTORIA PARA UN COMIENZO
El ingeniero agrónomo Rolando Macías Cárdenas, usufructuario destacado de la UEB de cultivos varios El Mambí, en la comunidad Tercer Frente Oriental, en el municipio de Ciego de Ávila, fue uno de los que se arriesgó y sembró nueve hectáreas de girasol detrás del cultivo de la papa.
«Considero que fue un acto osado, porque jamás nos habíamos dedicado a ese cultivo. No conocíamos las interioridades, solo las aprendidas en un seminario inicial impartido por profesores de la Universidad Máximo Gómez Báez, más la experiencia de algunos productores.
«El proyecto de la siembra de plantas oleaginosas es una buena idea, con el propósito de resolver el aceite de la población de Ciego de Ávila; es genial porque de lograr el autoabastecimiento y producirlo en las condiciones nuestras, le ahorraríamos al país considerables volúmenes de dinero. Es un paso más en la sustitución de importaciones y la búsqueda de la soberanía alimentaria. Por eso tenemos que proponernos tareas así, que resuelvan problemas y, a la vez, mejoren los ingresos de los productores.
«Decidimos sembrar girasol, porque es un cultivo rústico, aunque todo no salió a pedir de boca, como decimos los guajiros. La falta de electricidad nos afectó mucho. Prácticamente no pudimos regar las plantaciones. Suerte que las plagas no atacaron. Fuimos analizando el comportamiento y en las nueve hectáreas logramos obtener seis toneladas de semillas, un rendimiento que podemos mejorar, si tenemos en cuenta que la bibliografía asegura que los cultivos comerciales de girasol suelen tener un rendimiento de dos a tres toneladas por hectárea, aunque puede oscilar desde menos de una tonelada a más de cuatro; incluso, pueden llegar a más de seis toneladas por cada hectárea sembrada, si se les garantizan todas las atenciones culturales. «Si queremos que el programa continúe con éxito, debemos “amarrar” un grupo de cosas que todavía afectan, como seleccionar las mejores semillas de la mejor variedad y garantizar un paquete tecnológico con las condiciones mínimas indispensables para no arar en terreno baldío.
«La otra dificultad que tiene el programa es la comercialización», realidad en la que también coincidieron otros productores interpelados por Granma. En los inicios ese tema quedó un poco en el aire, asegura Macías Cárdenas, pero debe resolverse en las venideras cosechas, de acuerdo con las prioridades que dan al asunto las máximas direcciones políticas y de la Agricultura en la provincia. Esta primera incursión no fue todo lo exitosa que esperábamos, pero no nos dio pérdidas económicas y eso nos estimula a seguir».
Roberto Perdomo Díaz, en su finca La Victoria, perteneciente a la CCS Ciro Redondo, del municipio homónimo, es uno de los fieles convencidos de las bondades del desarrollo de estas plantas y sembró cinco hectáreas de girasol e igual de maní, cifra superior a las dos programadas inicialmente.
Al igual que Macías Cárdenas, el productor Perdomo Díaz reconoce que el déficit de insumos, combustible, fertilizantes y maquinaria constituyen lastres y limitan la escalabilidad. «pero contra todo ello hay que luchar, porque no podemos dejar morir lo que nació con tanto esfuerzo y necesitamos todos».
Aunque en un inicio el programa de la provincia incluye, en lo fundamental, el girasol y el ajonjolí, sitios digitales dan cuenta del amplio uso de las oleaginosas, entre las que también aparecen la aceituna, la almendra, el algodón y el lino, entre otras variedades.
De igual manera, muchas de ellas son el aliado ideal para combatir problemas de salud como la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y la desnutrición, además de constituir la familia de las oleaginosas uno de los grandes grupos de cultivo de mayor producción, investigación, experimentación y comercialización mundial.
SEMILLAS DE CAMBIO
Con la extensión del programa comienzan a surgir proyectos investigativos en los diferentes centros científicos del territorio, que desarrollan tecnologías innovadoras para potenciar el cultivo de girasol, como el que desarrolla Javier González, subdirector de Investigaciones del Centro de Ingeniería Ambiental y Biodiversidad (CIBA), con el empleo de microorganismos autóctonos benéficos (MAB) aislados de ecosistemas locales.
Estos biofertilizantes se aplican combinados con humus de lombriz y estiércol bovino, buscando maximizar la producción de semillas para aceite comestible y aprovechar los residuos de la torta de girasol en alimentación animal, ciencia constituida y de probada efectividad en estos cultivos.
La tecnología se valida en más de 30 hectáreas de fincas demostrativas en empresas estatales y unidades productivas como La María, Rincón Los Hondones y la Finca de Autoabastecimiento del Partido Provincial, un paso más en el afianzamiento del Programa de Soberanía Alimentaria y Educación Nutricional que desarrolla el país para lograr un futuro sostenible.
El fomento de esos cultivos ha generado nuevas fuentes de empleo para mujeres y jóvenes, vinculados a actividades de siembra, tratamiento a las plantaciones, cosecha y procesamiento del grano.
De igual manera, comienzan a aparecer las primeras máquinas extractoras de aceite, como la ideada por innovadores de la Empresa Agroindustrial Bolivia, junto a especialistas de la Empresa Pecuaria Genética Turiguanó.
«Aparejado a ello, los productores buscan otras soluciones para adquirirlas en el mercado internacional y existen proyectos para la puesta en funcionamiento de plantas extractoras de mayor capacidad, para que las producciones no queden en el campo y muera el programa, que nació para quedarse», confesó a este diario el ingeniero Humberto Ortega González, subdelegado de la Agricultura en la provincia.
La obtención del aceite de las plantas oleaginosas en Ciego de Ávila, solo será sinónimo de soberanía alimentaria cuando los niveles productivos permitan satisfacer en cierta medida la demanda del producto, y llegue, sobre todo, a las cocinas de los hogares. Las primeras semillas echan raíces. El camino aún es largo.