«De muy poco serviría, si es que sirve de algo, un periodismo alejado de la sociedad»

Discurso de Eugenio Pérez Almarales, al recibir este viernes el premio a la obra de la vida Rubén Castillo Ramos, de la Unión de Periodistas de Cuba, en Granma.
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Por Eugenio Pérez Almarales | 14 marzo, 2025 |
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FOTO/ Rafael Martínez Arias

Pudiera parecer que no, pero cumplir con esta tarea es más desafiante de lo que imaginaba. En momentos como este, comprendemos mejor a nuestros entrevistados, pues no es fácil hablar de uno mismo.

Como estamos entre colegas, puedo compartirles mi conflicto interno, porque me entenderán. Ante la necesidad de hacerlo, me planteé diversas opciones: elaborar un recuento desde lo familiar, o desde el origen profesional, o desde el compromiso con los valores del Periodismo, o desde el contexto histórico-social, pero con dos exigencias estrictas: brevedad y sinceridad, para ser consecuente con el oficio.

Pensé que si redactara un discurso desde lo familiar, no podía olvidar a mis abuelos, maternos y paternos, sus raíces humildes, proletarias; los aportes de Argelio, desde La Joven Cuba, cumpliendo misiones de Antonio Guiteras; o de Santiago, comunista del primer Partido Marxista de Cuba, Santiago el perseguido y torturado por el Ejército batistiano; María, la que, con mi madre y mi tía, desafiaba al temido Trespatá; María, la que sufrió la verdad del capitalismo, desigual por esencia, ese capitalismo que asecha.

No podría dejar de hablar de mis padres, de la maestra, la alfabetizadora; del sindicalista vertical, comprometido con la verdad y con su gremio. De Margarita, mi compañera de más de tres décadas; de Milena, mi hija, de mis nietos: Rafelito, Patricia y Natalia; de mis hermanos.

Si lo hiciera desde el origen profesional, tendría que recordar que el inicio de mi vida laboral ocurrió en el sector de la construcción, erigiendo la planta de níquel Che Guevara. Porque, ¿qué es el periodista si no un constructor, un edificador del tejido social, de la memoria histórica, del conocimiento colectivo?

¿Cómo no mencionar, desde este enfoque, a Robert A. Paneque, el primero que me habló del lead y de la pirámide invertida? ¿Cómo obviar a Víctor Corrales Parra, el que me abrió las puertas del periodismo y del periódico donde estoy, más de 47 años después del primer día? ¿Cómo soslayar a todos con quienes he compartido y comparto redacciones, inquietudes, dudas?

Cómo olvidar a Rubén Castillo Ramos, periodista, también vinculado a La Joven Cuba, editorialista del periódico Hatuey, de Bayamo; corresponsal de los periódicos La Discusión, de La Habana, y Adelante, de Santiago de Cuba; fundador de la Agencia Informativa La Prensa Oriental, redactor de la sección En Cuba, de la revista Bohemia, jefe de redacción en la emisora de Manzanillo y combatiente de la lucha clandestina. Por cierto, tuvimos el privilegio de otorgar a Rubén el Premio a la excelencia periodística, antecedente del lauro que lleva su nombre.

Y vuelven a la memoria las travesías por la Sierra Maestra, los amaneceres en las aguas de Los Cayuelos, la siembra de boniato en San Blas, las jornadas de redactar más de decena y media de informaciones en una madrugada, “porque hay que enviar una a cada provincia y otra a la Isla de la Juventud” (¿Verdad, Martín Corona?).

Y regresan las caminatas desde Bayamo hasta Santa Rita, porque “total, no es tan lejos, solo hay que ir de Bayamo al Entronque, del Entronque a Las Tamaras, de Las Tamaras a la Marmolera, de la Marmolera a Cautillo, y ya estando en Cautillo, estoy llegando a la casa”. Porque esta no ha sido la única etapa difícil de la Revolución, ni siquiera la más difícil.

Pero si decidiera escribir un discurso (breve, claro está), desde los valores del Periodismo, tendría que referirme al compromiso inclaudicable con el pueblo, con la verdad, es decir, al compromiso con la Revolución; sin miedo, por mucho que no falten los que pretenden intimidarnos.

Y también hablaría de responsabilidad social, porque de muy poco serviría, si es que sirve de algo, un periodismo alejado de la sociedad, porque su razón de ser es contribuir al bienestar colectivo, fomentar la comprensión mutua y enriquecer la conversación pública, como parte de su rol fiscalizador y crítico.

En nuestra travesía, entregamos retazos de nuestras vidas y absorbemos las historias de otros, construyendo así lo que somos, siempre construyendo. ¿Cómo no reconocer, entonces, que en cada uno de nosotros habita algo de quienes nos precedieron, esos que están en nuestra memoria?

Como ven, no es asunto sencillo eso de redactar un discurso en ocasión de recibir el premio Por la obra de la vida; mejor, solo les agradezco por su confianza y por permitirme acompañarlos.

¡Muchas gracias!

Rafael Eugenio Pérez Almarales
Bayamo, MN; 14 de Marzo de 2025

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