
La bochornosa rendición de las armas del Ejército Libertador cubano que representó la firma del Pacto del Zanjón, en Camagüey, el 10 de febrero de 1878, fue enseguida rechazada en la región oriental.
Tal actitud fue asumida por los mayores generales Antonio Maceo Grajales y Manuel de Jesús Calvar, los coroneles Félix Figueredo Díaz, Silverio del Pardo Pacheco, Leonardo del Mármol, Pablo Beola Almarall , Flor Crombet Tejeda, José Guillermo Moncada, Modesto Fonseca Milán y Limbano Sánchez Rodríguez, y los tenientes coroneles José Maceo Grajales, Fernando Figueredo Socarrás, Quintín Bandera Betancourt, Leonardo Mármol Tamayo, Juan Rius Rivera, José María Rodríguez, Arcadio Leyte-Vidal y José Medina Prudentes, entre otros muchos jefes y oficiales.
Los contactos y negociaciones para el pacto fueron llevados a cabo primeramente por la Cámara de Representantes, la cual presidía Salvador Cisneros Betancourt, y luego de su autodisolución por un llamado Comité del Centro, integrado por miembros de salidos de seno. Este hecho era calificado como humillante porque no contemplaba dos de los objetivos básicos de la gesta independentista, recogidos en la Constitución de Guáimaro: el logro de la independencia absoluta y la abolición de la esclavitud.
El jefe de operaciones español, el teniente general Arsenio Martínez Campos, ofrecía dádivas secundarias: reconocer los grados obtenidos en el Ejército Libertador, y otorgar la libertad a los esclavos que tomaron parte en la gesta.
Para los aguerridos mambises del oriente estaba claro que el Gobierno español acudía a estas transacciones porque le era imposible ganar la guerra por la vía de las armas. Ellos tenían fe en su pueblo, en sus tropas. Después de casi diez años de contienda bravía resultaba incomprensible firmar una paz por minucias politiqueras y demagógicas.
El optimismo del general Antonio Maceo en la victoria se la trasmitía al coronel y médico Félix Figueredo: “¿No comprende usted, amigo Figueredo que cuando el general Martínez Campos propone o acepta una transacción, un arreglo, ha sido porque, con su experiencia de lo que es esta guerra, estaba convencido de que nunca nos vencería por medio de las armas?”
LA CONVOCATORIA MACEÍSTA
Desde el campamento de Solís, cerca de Bijarú, en el sur de Holguín, el Titán escribió cartas a varios jefes cubanos para que no aceptaran el vergonzoso pacto. A la vez enfrentó a los pactistas que le invitaban a sumarse a la carrosa de la derrota. A los del Zanjón respondía que habían caído, lamentablemente, en una postura antipatriótica.
Los patriotas intransigentes y enteros acudieron a la zona de Bijarú para secundar al Titán en la entrevista que había solicitado al general Martínez Campos.
Algunos no entendían que Maceo estuviera en tratos con el mayor general Vicente García González, sabiendo que había protagonizado sediciones militares que minaron la unidad de las filas patrióticas. Además, en las últimas tres semanas había sostenido entrevistas con el Pacificador para los arreglos de paz.
En un encuentro posterior, a orillas del río Cauto, con Vicente García, el caudillo tunero comprendió sus errores políticos estratégicos y sumó sus fuerzas a la continuación de la guerra liberadora.
A otro que tuvo que convencer fue al coronel bayamés Pedro Martínez Freyre, quien, aunque repudiaba el acto de El Zanjón, creía que era inútil cualquier esfuerzo para continuar la lucha, dada la superioridad numérica y técnica del ejército español.
LA ENTREVISTA DE MANGOS DE BARAGUÁ
El 15 de marzo de 1878, hace 146 años, se realizó la entrevista histórica entre Antonio Maceo y Arsenio Martínez Campos, en Mangos de Baraguá, en la llanura de Nipe.
El general Maceo le presentó a cada uno de los jefes y oficiales que lo rodeaban, a los que Martínez Campos llamó diestros y rudos batalladores. De seguido expresó: “Basta de sacrificios y de sangre; bastante han hecho ustedes asombrado al mundo con su tenacidad y decisión aferrados a su idea; ha llegado el momento de que nuestras diferencias tengan su término…”
En vano el jefe hispano trató de convencer a Maceo y demás interlocutores de que unidos cubanos y españoles sacaran al país de la postración en que lo había sumido la guerra y anunció que de ahora en adelante los cubanos entrarían en el goce de sus derechos para, unida a España, marchar por la senda del progreso y la civilización.
Luego solicitó que, una vez desaparecido el gobierno mambí y el poder legislativo, lo más conveniente sería aceptar los términos del acuerdo suscrito por el Comité del Centro e incluso por el general Vicente García.
Antonio Maceo le manifestó que los orientales no estaban de acuerdo con lo pactado en El Zanjón por no contemplar los objetivos de 10 años de lucha: la independencia y la abolición de la esclavitud. En los mismos términos se expresó el general Calvar y agregó que asumir otra postura sería deshonroso.
El doctor Figueredo explicó que los del Comité del Centro entraron en un convenio con el enemigo sin contar con la mayoría de los orientales y que todos los presentes estaban acordes en lucha por la independencia. De seguido pidió la inmediata extinción de la esclavitud.
No logró presentarles a Maceo y su gente las bases del convenio suscrito en El Zanjón porque ya lo conocían en todos sus detalles y las despreciaban por serviles. A pesar de ello el segoviano quería explicarla, por lo que Maceo le respondió: “Guarde usted ese documento; no queremos saber de él…”
No pudo, inclusive, persuadir a los bravíos jefes orientales de aceptar una larga tregua en las operaciones militares. El general Maceo señaló que apenas ocho días bastaban para reiniciar las hostilidades bélicas. El sentir patriótico lo trasmitió el teniente Fulgencio Duarte, apodado Cambute, con su famoso grito: “Muchachos, el 23 se rompe el corojo”.
LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE BARAGUÁ
Los hombres de Mangos de Baraguá, como prueba inequívoca de su vocación independentista y las ansias de reorganizar la lucha armada, se dieron a la tarea de redactar una nueva Constitución. Los postulados de Guáimaro ya no se correspondían con las nuevas realidades y los que estuvieron llamados a resguardarlo, fueron los primeros en violentar sus artículos.
El magno ejercicio de votar una nueva constitución fue celebrado en la Sabana de San Juan, siendo presidido por el coronel Silverio del Prado, secundado como vocales por Fernando Figueredo y Pablo Beola.
El debate fue arduo para ajustar el código fundamental a las circunstancias excepcionales de la guerra. De un plumazo fue desaparecida la Cámara de Representantes y creado un gobierno con facultades ejecutivas y legislativas. Asimismo, reapareció el cargo de General en Jefe del Ejército Libertador, inoperante durante casi toda la contienda, por temor de los legisladores al encumbramiento de un caudillo militar.
Además, declaró en pleno vigor las leyes de la República cubana, elaboradas desde Guáimaro, que no entraran en contradicción en las nuevas circunstancias históricas.
Esta constitución solamente contó con seis artículos ‒la más sucinta de todas las redactadas por el mambisado‒ donde establecía la formación de un gobierno y la lucha por la independencia absoluta.
EL NUEVO GOBIERNO MAMBÍ
Para presidir el nuevo gobierno de la República de Cuba en Armas fe electo el general Manuel de Jesús Calvar, secretario Fernando Figueredo y como vocales Leonardo del Mármol y Pablo Beola.
En la organización militar se tuvieron en cuenta los escenarios principales de la lucha. El general Vicente García asumió como General en Jefe del Ejército Libertador y el general Antonio Maceo como jefe del Departamento de Oriente. De esta manera se reconocía la valía del líder insurgente tunero, cuyas hazañas no podían ser opacadas por algunos momentos negativos en su accionar.
Por el valor demostrado en continuar la epopeya de la libertad y estar dispuesto a correr todos los riesgos en los campos de batalla, los jefes y oficiales en pie de guerra fueron ascendidos al grado inmediato superior.
Además de los mencionados, siempre llevaron el orgullo de haber participado en la Protesta de Baraguá otros bravos combatientes de la región centro-sur de Oriente: los comandantes jiguaniceros Jesús Rabí y Florencio Salcedo Torres, el capitán Buenaventura Beatón Arrieta y el teniente Saturnino Lora Torres; los comandantes bayameses Francisco Estrada Estrada, Esteban Tamayo, Vicente Miniet Ginarte, Félix del Prado Fajardo,Carlos Tristá y Manuel Calás, los capitanes Eduardo Calás y Javier del Pardo Pacheco; el capitán guisero Víctor Ramos Hernández; y el comandante manzanillero Francisco Javier Urquiza, entre muchos más.
En los protagonistas de esta hombrada primó el empeño de salvar los objetivos supremos de la Revolución, deviniendo Mangos de Baraguá un lugar sagrado de la Patria y sus héroes luces para la perseverancia de la liberación nacional, la democracia y justicia social.