Un Quijote sin locura

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Por Yelandi Milanés Guardia | 13 agosto, 2023 |
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FOTO/Tomada del sitio Fidel, soldado de las ideas

Su pasión por la lectura comenzó desde pequeño, cuando solo contaba, en el natal Birán, con escasos libros que después iría incrementando, pues encontró  tanto el placer, que nunca más prescindiría de ellos.

Cuentan que la fascinación primera fue con los grandes héroes de la antigüedad, como Aníbal, Alejandro, Julio César, Napoleón, Bolívar, Artigas, San Martín, Sucre, Benito Juárez.

Luego se erigieron como paradigmas de las insaciables leídas hombres de la historia patria, como Céspedes, Gómez, Maceo y Martí. Este último devino ídolo predilecto, el faro hacia el cual miraría siempre.

El Presidio Modelo resultó una gran oportunidad para leer muchas obras, y aunque la Sierra Maestra y las tareas relativas a la construcción de la Revolución demandaban tiempo, creó espacio para no perder su relación con el mundo de las letras, aunque fuera a altas horas de la noche.

Convencido de la utilidad de la lectura, adoptó como una de las primeras medidas de gobierno, desterrar el analfabetismo, que tanto lacera a los pueblos y los aleja del mundo de las letras. Pero no le bastó con ello, creó la Feria Internacional del Libro, para poner a disposición de los cubanos lo mejor de la literatura.

No extraña que en esa incesante relación con los textos, entablara amistad con eminentes escritores, como Hemingway, García Márquez, Tomás Borge y Frei Betto, que lo consideraban un lector a tener en cuenta antes de publicar sus libros, pues la cultura acumulada le permitía ver errores que ante otros ojos pasaban inadvertidos.

El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha marcó su vida; esta novela fue la primera obra impresa luego del triunfo revolucionario.

En Fidel había mucho de aquel caballero legendario; Chávez lo bautizó como un Quijote sin locura, porque  encabezó una revolución que es en sí un proceso quijotesco, de lucha permanente contra los molinos de viento, esos que representan los obstáculos a los que nos hemos enfrentado.

En su lucha, el barbudo guerrillero muchas veces al  uniforme verde olivo le ciñó la armadura del ingenioso Hidalgo, abandonando la dimensión humana, para  adquirir matices de un personaje de novela.

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