Noviembre abrió las puertas de la inmortalidad al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. Atrapar entre líneas la prolífera vida del líder revolucionario es un asunto difícil. Para entender la grandeza de ese paradigma de talla universal basta mencionar las cinco letras que componen su nombre en cualquier sitio de este planeta, y será suficiente para, sin importar razas y culturas, idiomas o distancias, se recuerde al tercer hijo de don Ángel Castro y Lina Ruz, nacido en Birán el 13 de agosto de 1926.
La infancia del inquieto pupilo del terrateniente español estuvo marcada por las historias de los haitianos, por juegos donde no importaba el status social; rodeado de leyendas de tierras lejanas, pero sobre todo bajo la guía y el ejemplo humilde de Ángel y la constancia de Lina. Fidel era un espíritu libre, disfrutaba de igual modo la lectura de un buen libro, practicar deportes o el contacto directo con la naturaleza.
Rebelde, amante de la justicia e inspirado por las ideas del Apóstol condujo la última y definitiva etapa de lucha contra el régimen opresor causante de tantos males reflejados en su alegato La historia me absolverá. El Líder es Moncada, presidio, exilio, desembarco, lucha clandestina, Sierra Maestra, triunfo contra la crueldad y el yugo que bañó esta isla hermosa de sangre joven, de muertes y soledades, de lágrimas de esposas y madres.
Fidel escribió una nueva página en 1959 llena de conquistas y esperanzas, de derechos y nuevos amaneceres, de escuelas y centros de salud brotando en cada rincón de un archipiélago de solidaridad y paradigma en el mundo. En Cuba, el Comandante en Jefe se dibuja cada mañana en la sonrisa de los pioneros que asisten a las escuelas, en el médico que engrandece el empeño sin importar carencias y sana en cualquier pedazo de esta geografía y en el obrero de sudor y esfuerzo que hace avanzar la economía.
Seguidor fiel del pensamiento martiano, es un líder eterno, luz entre los humildes de esta tierra de América, de imborrables huellas de botas guerrilleras, de esbeltez de roble, imposible de abarcar entre líneas porque es acción. Fidel, más allá de las páginas de un libro, anda entre los que habitamos este verde caimán indicando el camino a seguir.
Para comprender el pensamiento y acción del gran Líder es necesario viajar a las raíces, su natal Birán e imaginarlo allí corriendo entre los hijos de los haitianos y trabajadores de la finca, escuchando antiguas historias o montando su caballo Careto. Es preciso además conocer los valores humanos que caracterizaron a sus padres.
De aquella niñez feliz nació un gran líder. La enseñanza de Don Ángel en innegable. Aquel hombre accesible, a quien respetaban, propietario de tierras, de incontestable poderío e influencia a quien la gente acudía como acuden los hijos al regazo de su padre en busca de consuelo.
Los pasos de hombres de su talla no se marcan en el suelo, sino en el corazón y el actuar de cientos de miles. Rendimos tributo a este grande, cada cual desde la misión social que le corresponde, pero siempre teniendo sus principios e ideales como guía.