
La Habana, – Al matador pinareño Raidel Martínez se le dan mejor los disparos de pelotas para el home que de palabras cuando tiene ante sí más de 40 mil personas coreando su nombre, y entre ellas, su familia recién llegada del otro lado del mundo.
El espigado lanzador se encaramó este viernes en el montículo del Tokyo Dome con una sola carrera de ventaja y la posibilidad de hacer historia en el béisbol japonés: 200 juegos salvados.
Durante siete temporadas sumó 166 tapones con el club Dragones de Chunichi e impuso el pasado año la marca de 43 rescates, cifra nunca antes lograda por lanzadores latinos en un torneo que muchos consideran el segundo de más calidad en el mundo.
Fueron tres campañas seguidas con más de 30 salvamentos y muchos flashes enfocados en el joven de Vueltabajo, quien se convirtió en uno de los mejores cerradores de las Grandes Ligas niponas.
En 2025 Raidel fichó por los Gigantes de Yomiuri y desde el inicio de la temporada asumió el liderazgo del bullpen con números que lo privilegian entre los titulares deportivos de la prensa japonesa.
Este viernes llegó a 34 juegos salvados y cuando a su equipo le faltan 37 partidos para concluir la fase preliminar del torneo, las expectativas apuntan a la posibilidad de romper su propia marca.
Algunos expertos dicen además que si alguien puede quebrar en estos tiempos el récord absoluto de 54 rescates, impuesto por el estadounidense Dennis Sarfate en 2017, ese es el derecho de Pinar del Río.
Sin embargo, él arribó a las dos centenas de tapones dejó a Raidel sin aliento poco después de ponchar a tres bateadores de los Tigres de Hanshin, líderes de la Liga Central, para consumar el triunfo por 6-5.
El muchacho de 28 años de edad pasó de la euforia a las lágrimas; si un momento antes había tenido muy fino el control de los supersónicos picheos, tuvo después que hacer un esfuerzo colosal para manejar sus emociones cuando le tocó subirse al montículo improvisado para recibir los vítores de la fanaticada.
Agradeció a sus compañeros de equipo, a la afición y especialmente a sus padres, que el día antes llegaron a Japón y tuvieron el privilegio de ver en vivo al samurái del Caribe ejecutar el corte 200 en un béisbol de lujo.
Soltaba lentamente las palabras, mojadas por la emoción, cual cambios de velocidad que fueron cayendo como strikes en el alma beisbolera de un país asiático que comparte con Cuba la misma pasión por este deporte.