
Raudel es alegría. Su especial manera de querer supera las expectativas de los corazones de su madre, María, y de su hermano Raudiel. Sus días reflejan el verde esperanza de la mirada.
La timidez de los primeros segundos al encontrarnos fue relegada por la jovialidad de su andar por cada espacio: “Para que veas mi casa”, dijo, con expresión locuaz. Unas veces atrevido y siempre conversador me llevó tras sí y derrochó, durante el recorrido, una ternura apacible que inunda su ser.
Apenas 10 minutos después, era como si nos conociéramos de siempre. “Esa es su principal cualidad, es un niño muy afectivo; exigente con sus cosas, porque no le gusta que las mueva de lugar; y no olvida nada, hay que cumplir todo lo que le prometes.
“Raudel de Jesús es un regalo, afirma su madre Herminia María de la Paz. Aunque no fue fácil asumir su condición inicialmente, con el tiempo comprendí que él llevaría su vida igual que otros, pero con más amor y dedicación, con protección y esfuerzo, para enseñarle con paciencia a ser independiente”.
Sobre la motocicleta de juguete que está en el pasillo a la espera de “que le ponga un foco” me habló de Pepe, el abuelo que le enseña “a arreglar el carro, y me lleva al monte”, sin dudas tres de sus pasiones. De este hombre especial, que es cómplice y compañero, también conversamos en el garaje, donde “se guardan la vara y el carbón, para asar los puercos”.
En la cocina señaló: “María hace pollo y yo pescado”. Para mostrarme sus destrezas preparó el pan en la tostadora, endulzó el yogur, comió su merienda y, diligentemente, fregó las vasijas “para ayudar a María”. Luego, juntos, tendieron la cama, con la autonomía de siempre.
“Lo hemos enseñado mucho en casa; también los talleres de la escuela han contribuido a su habilidad comunicacional y le incentivan a buscar las acciones, que disfruta y, que en un futuro, puede ejercer y permitirle sentirse útil”.
Raudel tiene 12 años y asiste a la Escuela Especial Francisco Vicente Aguilera Tamayo, al igual que otros seis niños con Síndrome de Down del municipio de Manzanillo. La inserción dentro de los grupos clase favorece la inclusión educativa.
“Trabajamos en correspondencia con sus niveles de aprendizaje y potencialidades, expone Yoanni Gretel Mendoza Rodríguez, directora de la institución educativa. Con el programa Aga para la atención a escolares con necesidades más complejas, implementamos estrategias de intervención personalizada y desarrolladora, a fin de que adquieran conocimientos y habilidades útiles para su integración social.
“Precisamente, en los talleres docentes de áreas polivalentes, les adentramos en las faenas típicas del hogar en sentido general, pues contamos con máquinas de coser, lavadoras, planchas, licuadora y equipos de cocción, para que aprendan y lo complementen en casa. Les enseñamos a las familias que no teman que los niños vayan a la cocina, que socialicen, hagan mandados, bajo su orientación y supervisión”.
El alcance del proceso de instrucción para estos niños con necesidades educativas especiales, que se extiende hasta sus 18 años, involucra saberes en torno a la familia, el hogar, la educación formal, el autovalidismo, la higiene personal, la educación para la salud, sexual y vial, el servicio comunitario y los medios de comunicación.
“Además, les enseñan a escribir su nombre, y a fomentar, desde el afecto, que la sociedad contribuya a su formación para que puedan desempeñarse en su medio.
“Prepararlos para una vida plena es nuestra meta, asevera Eyisel Reyes Rodríguez, jefa del departamento de Educación Especial, en la Dirección municipal del sector en la Ciudad del Golfo de Guacanayabo. Así, a su egreso, acceden a oficios afines a sus capacidades y se inserten al ámbito familiar con total independencia”.
Las terapias del habla, ocupacionales y ejercicios que les ayudan a promover habilidades motrices son un complemento para ese grado de autosuficiencia, del que expresan orgullo docente, como la maestra terapeuta Liliana Reyes, “porque somos impulsores de sus avances con la sistematicidad, estimulación visual, verbal, y el amor que le ponemos a cada enseñanza”.
La evolución en Raudel Rondón de la Paz es singular. A pesar de su condición genética, conocida también como trisomía 21, despunta por la naturalidad con que hace suya la música, la esplendidez para con quienes identifica como amigos, la calidez de sus manos y mimos a quienes lo rodean, incluido su perrito Mordelón, la astucia y vivacidad con que reacciona ante situaciones.
“Todos lo queremos. Es un niño atento y preocupado, por ejemplo, cuando estamos enfermos viene, una y otra vez, a preguntar cómo nos sentimos; es solidario y caballeroso”, comenta Odalis Vázquez, una de sus vecinas de la calle Quintín Banderas, entre 1 de Mayo y Sariol. Al cariño responde con cariño, porque es lo que abunda en él”.
Puedo afirmarlo por el brillo inocente y espléndido que irradia al conversar, por la suavidad que conmueve al saberle feliz. Raudel es símbolo de la esperanza. Lo saben Pepe, Raudiel y María, a quienes basta mencionar para que en su rostro se dibuje una sonrisa y una mirada pícara les alcance, seguida de un abrazo que parece no tener fin.