Realengo 18: el asentamiento de las luchas campesinas

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Por Gislania Tamayo Cedeño | 11 noviembre, 2024 |
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Los campesinos del Realengo 18, en la serranía guantanamera no estaban dispuestos a dejarse arrebatar las tierras que les daban el sustento día a día a las familias y se alzaron dando un ejemplo de firmeza y valentía.

Los latifundistas de la época en contubernio con las compañías extranjeras codiciaban estas tierras por la fertilidad del suelo, ideal para sembrar grandes extensiones de caña que se molerían en los centrales que tenían bajo su control el gobierno de los Estados Unidos.

Para hacer realidad este sueño era necesario desalojar a los campesinos de esta zona. En oposición a ello se constituyeron la Asociación de Productores Agrícolas del Realengo 18 y Colindantes, que fueron representados por Lino de las Mercedes Álvarez, veterano de las guerras de independencia de Cuba, que había combatido junto a José Maceo.

Con 400 jinetes marchó hacia la ciudad de Guantánamo para divulgar su fundamento que recibió el apoyo tanto material como político del Partido Comunista fundado en 1925.

El 11 de noviembre de 1934 el movimiento campesino, organizado y dirigido por el líder Lino Álvarez, se anotó una victoria aplastante al obligar al gobierno, a suspender los desalojos e injusticias. La protesta fue enérgica y allí se enarboló por primera vez la consigna de Tierra o Sangre.

El Primer Partido Comunista de Cuba, como destacamento de vanguardia de la clase obrera, comprendió la importancia de la lucha de los campesinos y decidió, ofrecerle su apoyo.

Varios activistas, dirigentes obreros, juveniles y del propio Partido, entre ellos Ramón Nicolau González, Alfredo Martínez Calderín, Lelis Nordet y Arturo Villarreal hicieron contacto con Lino Álvarez  para fortalecer el movimiento campesino, organizar la resistencia armada y divulgar la razón de su lucha, para lo cual editarían boletines y manifiestos.

Un movimiento de solidaridad comenzó a gestarse en la isla con los realenguistas que recibieron fusiles Springfield, revólveres y pistolas, y un fusil antiaéreo, los que rotulados en inglés y facturados como piezas de repuesto para maquinarias, lograron burlar la vigilancia de las fuerzas represivas.

Después de muchas conversaciones, el 11 de noviembre de 1934 se firma el «Acta de La Lima» documento que legalizaba las demandas campesinas sobre la propiedad de la tierra y la invalidación de la orden de prisión para los dirigentes y todos aquellos que habían tomado parte en la rebelión.

El destacado intelectual y periodista Pablo de la Torriente Brau, calificó estas tierras como “otro país” debido a las costumbres de la región, sorprendente paisaje y a sus tempranos vínculos con la rebeldía nacional.

En predios de El Realengo 18, De la Torriente se vio cara a cara con Lino, un inteligente iletrado y patriota mambí, descendiente de africanos al que describió como  “un negro de pequeña estatura, pero bien musculoso, fuerte, ojos silenciosos y profundamente oscuros.

Habla con lentitud, como el hombre que no le gusta rectificar. Y nunca ha estudiado. Una compañía yanqui le ofreció quince mil pesos y 15 caballerí­as de tierra para que abandonara la lucha. Pero él siguió combatiéndola. Tres tiros le han dado ya y no lo han matado”.

Estos campesinos se convirtieron en un símbolo de la rebeldía de los cubanos, que emprendieron junto a su líder batallas de gran envergadura.

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