El 8 de octubre del año 1871 el Mayor General Ignacio Agramonte y Loynaz y 35 de sus mejores jinetes, realizaron una de las mayores proezas de la Guerra de los Diez Años.
Agramonte y sus hombres estaban acampados desde la noche anterior en el potrero de Consuegra, después de largas jornadas de lucha por las llanuras del Camagüey.
El brigadier Julio Sanguily pide permiso y se traslada al rancho-enfermería de la patriota Cirila López Quintero. El enemigo está cerca y fue sorprendido y capturado por una columna española, dirigida por el general Sabas Marín. Intentan alejarse del lugar, pero un sargento español lo hace prisionero.
Su acompañante logra huir y comunica lo acontecido. Rápidamente Agramonte envía a Henry Reeve, El Inglesito a que examinara el lugar donde se encontraba la columna española. Al regreso, conoce los detalles y dispuso de 35 jinetes y marcha a rescatar a Sanguily vivo o muerto o perecer en la demanda. Y seguidamente ordenó “¡Corneta, toque a degüello!”.
Ante el avance e ímpetu de las fuerzas cubanas, el sargento español derrumba a Sanguily de la montura de su caballo, le dispara y le inhabilitó la mano derecha. Agramonte velozmente con el coraje y la valentía que lo caracterizaba se alza sobre su caballo y ordena la última carga.
Agramonte, rescata a Sanguily. Lo abrazó y le dijo:
“Julio te dije que el día menos pensado ibas a caer en poder de los españoles, pero no creí que fuera tan pronto”.
Según algunos historiadores El mayor detalla así la acción del rescate:
“Salí con ellos logrando alcanzar al enemigo en la finca de Antonio Torres, cargué por la retaguardia el arma blanca y los nuestros sin vacilar ante el número ni ante la persistencia del enemigo, se arrojaron impetuosamente sobre él, lo derrotaron y recuperamos al Brigadier Sanguily y cinco prisioneros más. Nuestra persecución le siguió a larga distancia hasta dispersarle por completo. El enemigo dejó once cadáveres. (…) ¡Mis soldados no pelearon como hombres: ¡Lucharon como fieras! “.
Esta acción bélica fue una inminente victoria de los mambises que pusieron a prueba una vez más la capacidad combativa de los insurrectos.
El poeta Rubén Martínez Villena ilustra con gallardía en sus versos el Rescate de Sanguily
Marchaba lento el escuadrón riflero:
ciento veinte soldados de la España
que llevaban, cual prueba de su saña,
a Sanguily, baldado y prisionero.
Y en un grupo forjado por Hornero,
treinta y cinco elegidos de la hazaña,
alumbraron el valle y la montaña
al resplandor fulmíneo del acero.
Alzóse un yaguarama reluciente,
se oyó un grito de mando prepotente
y un semidios, formado en el combate,
ordenando una carga de locura,
marchó con sus leones al rescate
¡y se llevó al cautivo en la montura!