
El profe Santiago es uno de esos hombres que esconde en su caminar la magnitud del conocimiento alojado en sí. La historia es una constante en su pensamiento, una razón que le ocupa el existir desde aquel instante en que abrió sus ojos a la relatoría del pasado.
“Apenas tenía 10 años cuando comencé a apasionarme por los sucesos del ayer. Me inicié entre las enseñanzas de mis primeros maestros. Recuerdo cuando fui a los concursos, en el municipio Las Mercedes, en ese tiempo era región, previo a la actual división político-administrativa. Entonces comprendí que mi vocación era aparejada a la historia”.
La formación como maestro Makarenko, en Minas de Frío, fue el punto de partida para los 53 años que hasta la actualidad acumula entre el anecdotario y acontecer pasado, y las cavilaciones que añaden matices a su manera peculiar de narrar.
Si bien alcanzó una Licenciatura en Historia, en la Universidad de Santiago de Cuba, y más adelante en Ciencias Sociales, afirma encontrar en la metodología y la investigación el mejor instrumento para enseñar, porque “como versa un proverbio pedagógico: el maestro vive en tanto estudia; cuando deja de estudiar muere en él el maestro”.
Romper esquemas, mostrar al héroe fuera del pedestal, cual hombre común, y destacar las virtudes para que los defectos les sean perdonados, como refería Martí, es su práctica. “El reto es penetrar en el corazón de los jóvenes. Mostrarles a hombres capaces, que al igual que ellos tenían sentimientos y pasiones, pero en especial la que les inspiró a entregarse a un ideal, un principio: la soberanía.
“El despertar del interés por los cimientos de lo local, el vínculo del terruño y sus hijos en cada proceso trascendente de la historia de Cuba, es otro empeño. Del docente, el historiador y de la historia es la deuda, para provocar el amor por la patria chica y fundamentar el futuro; porque la historia es la que nos enseña de dónde venimos y hacia dónde vamos.
“Nos convidan a olvidarla, a no vivir arraigados al pasado. Pero desde el entendimiento de que el presente es su resultado, estamos obligados a no desligarnos, sino a profundizar en los fundamentos de cada hecho para descubrir esencias y no ser engañados, como pretenden quienes desvirtúan la historia y la realidad cubana en redes sociales”, afirma Santiago López Martínez.
“Decía Martí: de pensamiento es la guerra mayor que se nos hace, ganémosla a pensamiento. En ese camino andamos para quebrar la ingenuidad”.
Acostumbrado a dialogar y valorar de conjunto con sus estudiantes, asume la responsabilidad de Historiador de la ciudad de Manzanillo y discursa con locuacidad, reseña los acontecimientos, honra a los hombres cuyas vidas constituyen paradigmas.
“Con esta encomienda recopilamos y hacemos historia; repetimos las hazañas, sensibilizamos y agradecemos la entereza de nuestros héroes y mártires; edificamos el mañana para que no sean repetidos los errores”.
En ejercicio constante de la memoria, López Martínez prosigue la senda de la verdad. Su plática y cotidianidad no pueden desligarse de la retórica histórica, que invita y sumerge, emociona y salva la conciencia de la ignorancia.
A 73 años de vida perfila sus horas con la majestuosidad del anecdotario que enaltece a la nación y al terruño manzanillero. El Profe es un cronista de todos los tiempos.