“Secretos” y debates sobre el 10 de Octubre

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Por Osviel Castro Medel | 10 octubre, 2025 |
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FOTO/ La Demajagua (Archivo)

“No porque nademos un día y otro día en la Historia conocemos toda la corriente arrolladora de sus aguas”.

Esta verdad,  expuesta hace años al abordar el estallido independentista de 1868 en La Demajagua, a casi 15 kilómetros de Manzanillo, parece conservar toda su vigencia. Aquel octubre fundacional no deja de develar “secretos” que asombran.

Ahora mismo muchos se sorprenden todavía al saber que, horas antes del amanecer del 10 de octubre, ya retumbaban disparos de rebeldía en zonas cercanas a La Demajagua, el epicentro del terremoto libertario.

Sí, el día 9, en Macaca, Pedro de Céspedes, hermano del gran procer bayamés, se alzaba con centenares de hombres. Otros tres alzamientos se produjeron en esta región en vísperas del grito independentista: en Guá, Portillo y Jibacoa. Los jefes respectivos de estos movimientos fueron Manuel de Jesús Titá Calvar –con unos 150 hombres-, Manuel Codina Polanco (quien lideró similar cantidad de efectivos) y el dominicano Luis Marcano Álvarez, al frente de 300 sublevados.

Un quinto levantamiento se produjo en la zona desde El Caño hasta Guatívere, encabezado por Ángel Maestre y Juan Fernández Ruz.

Los detalles de la conspiración –las discrepancias sobre el momento justo, los enredos clandestinos, la confección de la bandera y el célebre “telegrama” (nunca encontrado) ordenando el arresto de Céspedes–  también  “asustan” o  mueven el pensamiento.

Y es que la narrativa de nuestra extraordinaria historia no siempre ha sabido seducir. Sin embargo, cada hijo de Cuba, dondequiera que esté, necesita repetirla no solo en los aniversarios, para ir comprendiendo las circunstancias extraordinarias en que las comenzó a despertar la nación.

EL PADRE
Es imprescindible sumergirnos con mayor profundidad en la figura magnánima de Carlos Manuel de Céspedes. No es el Padre de la Patria únicamente por el dramático episodio del fusilamiento de su hijo en 1870.

Para ese año, el bayamés ya acumulaba méritos más que suficientes –y el alzamiento es uno capital– para ser considerado el progenitor de la nación cubana.

Todavía hoy persiste la polémica sobre quién era el verdadero jefe de la Revolución antes de la jornada de La Demajagua. Algunos aseguran que era Francisco Vicente Aguilera, el patricio acaudalado y presidente de la Junta Revolucionaria de Oriente. Sin duda, Aguilera tenía renombre, pero sería imperdonable pasar por alto que Carlos Manuel llevaba más de veinte años conspirando de una u otra forma contra la metrópoli, con planes de alzamiento en 1848, 1855, 1861, 1864, 1866 y 1867.

Fue desterrado en varias ocasiones de Bayamo y olas autoridades coloniales de esta ciudad lo tenían en la lista de “infidentes”, y lo consideraban “agitador y revoltoso”.

Fue él quien, con mayor claridad, comprendió que en Cuba no se podía esperar por los recursos bélicos ideales. “Ellos las tienen”, decía con determinación para explicar que el plan era quitárselas al enemigo. Si no hubiera sido un jefe de prestigio reconocido, los manzanilleros no lo habrían proclamado General en Jefe en el ingenio El Rosario, días antes del alzamiento, y el propio Aguilera no se hubiera puesto a sus órdenes.

ALZAMIENTO Y PRIMER COMBATE
El mérito de Céspedes no fue solo conspirar, sino actuar con decisión irrevocable. La orden de detención llegó a Bayamo, supuestamente, a través de un telegrama dirigido desde La Habana.

Según se ha contado e su sobrino, Ismael de Céspedes, quien, trabajando en la oficina de correos, lo interceptó y dio la alarma. Hasta el día de hoy ese telegrama no ha aparecido y más de un historiador cuestiona su existencia.

Pero lo que sí es cierto es  que Carlos Manuel no vaciló: proclamó la independencia, trazó las bases ideológicas de la lucha y liberó sin a sus esclavos.

Otros dos aspectos también están en discusión. El primero es la cantidad de hombres que lo secundaron: nunca fueron unos pocos; testigos como Bartolomé Masó y José María Izaguirre hablaron de una congregación de poco más de 500 hombres, aunque a algunos esa cifra les parece exagerada.

Lo de “unos pocos” pudo hacer nacido  porque el Iniciador señaló que el alzamiento se produjo con “37 de armas”, refiriéndose a los que portaban los mejores instrumentos de guerra.

El segundo punto es crucial: jamás, el 10 de octubre de 1868, hubo un “Grito de Yara”. Tal denominación fue un invento de la propaganda colonial española. Yara, no obstante, sí fue el escenario del primer combate por la emancipación nacional al día siguiente, el 11 de octubre, un encuentro que no terminó en victoria para los insurgentes.

LOS DOCE HOMBRES
Ese primer combate en Yara fue duro. A la medianoche del 11 de octubre, unos 300 hombres fueron repelidos tras un aguacero brutal que complicó la acción.

Aunque solo pereció un libertador, los atacantes se retiraron dispersos y moralmente quebrantados. Fue en medio de ese desaliento, con la derrota táctica fresca, cuando un soldado, al juntarse con el futuro Padre de la Patria y contar 12 hombres reunidos (eol resto estaba disperso), exclamó con desesperación: “Todo está perdido”.

Entonces, Céspedes, erguido sobre el fracaso inicial, pronunció la frase que se convertiría en profecía y testamento de voluntad: “Aún quedan 12 hombres. Bastan para hacer la independencia de Cuba”.

 

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