
El verdor de los retoños contrasta con el color de la tierra donde crecen sus raíces. La conocarpus erectus (yana) se resistía a germinar, pero las manos perseverantes de Yamisela y del grupo de trabajadores del vivero forestal tecnificado El Congo, de Manzanillo, lo hicieron posible. Cada despunte de esperanza en los esquejes, es la señal del éxito, el anuncio de los primeros pasos de un empeño en pro de la adaptación climática.
En un 10 por ciento de los 100 mil tubetes del recién inaugurado espacio productivo, comienzan a fortalecer sus raíces las plántulas de la yana, que alcanzarán la estatura de árboles en la tercera línea de la franja costera de esa urbe, junto a otras especies de la flora local que favorecerán la restauración del nexo y las funcionalidades de los ecosistemas marinos y costeros.
“Aunque el proceso depende, en gran medida, de la regeneración natural, de aquí podremos extraer las posturas para transponerlas a su hábitat y contribuir de forma más efectiva a la rehabilitación del humedal costero local, con más de tres mil 900 hectáreas, sitio de intervención del proyecto Mi Costa.
“Si bien las especies que ocuparán la primera, segunda y tercera línea son las más importantes a reproducir en esta área de siembra: los mangles rojo y prieto, el patabán y la yana; también aquí buscaremos la reproducción de las 147 especies de la flora nativa identificadas, incluidos frutales, maderables, medicinales, ornamentales, que acelerarán los procesos de restauración”, afirma el Máster en Ciencias Mario Antonio Pérez Gómez, director de la Unidad empresarial de base Conservación, subordinada a la Empresa para la Protección de Flora y Fauna La Cocodrilera, en el territorio.
A GERMINAR
El vivero tecnificado se localiza en la demarcación de San Francisco, estructura que respaldará, en breve, las acciones de reforestación en cerca de mil hectáreas manzanilleras, de unas cuatro mil granmenses en las que incide el proyecto internacional de Resiliencia al cambio climático en la zona costera de Cuba mediante la adaptación basada en ecosistemas, Mi Costa.
Con una capacidad para la reproducción de 100 mil posturas en igual cuantía de tubetes, dispuestos en bandejas plásticas sobre pilotes y mesas de madera, es uno de los más grandes de los siete de su tipo que se erigen en Cuba, superado por su homólogo de Ciego de Ávila.
“Juntos tienen la responsabilidad de aportar al año medio millón de posturas”, explica Pedro Cuesta Morán, especialista del Servicio Estatal Forestal Provincial- lo cual resultará de la siembra por etapas, para mantenerse en producción durante los 12 meses y abastecer las necesidades del proyecto y de otros sectores.
“Para este fin está integrado por tres espacios indispensables que garantizarán la multiplicación a gran escala con estándares de calidad, y la mayor supervivencia y crecimiento de las plántulas en sus ambientes naturales.
“Al estar dotado de una tecnología moderna, como el sistema de riego por nebulización, facilita la gestión de sus obreros y mejora las condiciones laborales. La infraestructura de invernadero en su espacio principal regula la ventilación, sombra y el control de las temperaturas, tanto para las semillas como para los operarios.
“A diferencia de los tradicionales, donde se empleaban las bolsas de polietileno, el uso de tubetes plásticos mejora la arquitectura radicular de la plántula e incrementa su supervivencia al ser trasplantada. Su tamaño compacto maximiza el uso del espacio, y están aptos para una amplia gama de especies forestales”.
A ambos lados del vivero se erigen las casas del sustrato y de la lombricultura, porque el enfoque es ecológico, “en virtud de generar nosotros mismos la materia orgánica a partir de la descomposición de productos de desecho y la acción de las lombrices.
“De estos se extraerá el compost y el lixiviado con que aportaremos los nutrientes a las nuevas plantas que llegarán a las partes bajas y altas de la cuenca hidrográfica”, detalla la técnica en Agronomía Yamisela Escobar Tamayo, directora de este colectivo de nueve integrantes al cual añade la sensibilidad femenina.
“Es esta otra virtud, pues abre una puerta con perspectiva de equidad de género para quienes estábamos en casa y ahora realizaremos tareas útiles para la sociedad, como oportunidad laboral, de superación profesional, con baja carga física y sin exposición a alérgenos o sustancias químicas tóxicas al recurrir a formas naturales de abono”, afirma esta residente del batey de San Francisco.
En el restante cuartón, está dispuesto el equipo mezclador para la preparación del sustrato especializado, que agiliza y asegura la efectividad del proceso de composición del suelo. “Sin lugar a dudas, no solo ha constituido una posibilidad de nuevos empleos, sino también una mejora considerable de las condiciones de trabajo”.
El joven obrero Yosmel Sánchez Linares, de 32 años, recibió capacitación por parte del proyecto Mi Costa previo al montaje de la estructura, es el encargado de difundir las técnicas modernas de propagación, del manejo de los sustratos y germoplasmas, del control fitosanitario y de la operación de los equipos automatizados, dispuestos por los principales inversores del proyecto.
“Con la preparación de los sustratos, según especies, podemos lograr entornos que faciliten el crecimiento y la dosificación uniforme de agua y nutrientes. Así aseguramos la homogeneidad de las plantas y optimizamos la eficiencia de este servicio al medioambiente”.
Esta es razón para que el grupo de 30 operarios de Conservación, que atiende el técnico integral Yoendris Frutos Castillo, esté confiado del éxito. “Ya llevaremos plantas enraizadas, con dimensiones de 25 a 30 centímetros de largo, con microorganismos, y la perspectiva de un 90 por ciento de efectividad.
“Sin dudas, podremos conseguir esa recuperación de las más de 900 hectáreas deforestadas, para ayudar a la regeneración que, en apenas tres segundos, alcanza de forma natural la semilla de mangle prieto por el arrastre del flujo y reflujo del agua y la marea, para que funjan como cortinas protectoras frente a eventos climatológicos que procedan del mar”.
SOLUCIONES AL CAMBIO
Manzanillo, con un litoral de 25 kilómetros, es uno de los 24 municipios y siete asentamientos costeros cubanos en las provincias de Pinar del Río, Artemisa, Mayabeque, Ciego de Ávila, Camagüey, Las Tunas y Granma que aplican estas soluciones naturales ante el cambio climático, adscritas al proyecto internacional Mi Costa.
Desde la desembocadura del río Gua, en el poblado de Troya, hasta El Palmar, se extienden los sitios de intervención de este empeño medioambiental con financiación del Fondo Verde del Clima (GCF por sus siglas en inglés), organización que apoya el enfrentamiento al cambio climático en países en vías de desarrollo.
Su ejecución, desde el 2022, que se extenderá por 30 años, los 22 últimos para operación y mantenimiento, responde a una necesidad de proteger la zona costera en los municipios más vulnerables de la parte sur de Cuba, afín al Plan del Estado cubano para el Enfrentamiento al Cambio Climático, que se identifica como Tarea Vida.
Con una dimensión ambiental y social profunda, en aras de crear capacidades en los manzanilleros para adecuarse a las condiciones ambientales de hoy e integrar la adaptación basada en ecosistemas a los planes gubernamentales locales, este adquiere connotación.
El Máster en Ciencias Luis Ángel García Arévalo, especialista territorial de políticas de la dirección provincial del Citma en Granma y coordinador provincial del proyecto Mi Costa, resalta como resultados hasta la fecha la limpieza y mantenimiento de canales y zanjas de drenaje para favorecer el flujo y reflujo del agua dulce y la salada, la eliminación de especies exóticas invasoras, la rehabilitación de 200 hectáreas de humedal costero y la construcción de cuatro casetas para monitoreo hidrológico.
La red de formadores replican los conocimientos para que “las comunidades adquieran habilidades, competencias, en los ámbitos de la adaptación basada en ecosistemas, y que en Manzanillo ya superan las nueve mil personas, por la acción del centro de creación de capacidades y el aula anexa.
“Todo ello se ha hecho bajo los enfoques de la educación popular, la equidad de género, la inclusión: discapacitados, mujeres, adultos mayores, niños; en quienes el cambio climático impacta de diversas maneras con la mirada en conquistar la sostenibilidad ambiental y social”.
Rossio Naranjo Figueredo, presidenta de la Asamblea Municipal del Poder Popular en Manzanillo, opinó: “El proyecto nos ha beneficiado mucho, porque esta urgencia es silenciosa. Permite que las comunidades puedan ir poniendo en práctica esta resiliencia necesaria, partiendo del cambio autogenerado, y atendiendo a que del 91 por ciento de los habitantes que viven en la ciudad, el 60 reside a menos de un kilómetro de la costa”.
Apenas suman la mitad de los años de ejecución y se siente el impacto del proyecto. En El Congo las raíces de la yana se entrelazan, mientras otras semillas y esquejes despiertan para luego invadir humedales y costas. El manglar, los bosques y cuencas se vestirán de su verdor, cual efecto resiliente. Allí, entre el suelo salino tomarán posición de gigantes y serán barreras naturales que, frente a las nocivas consecuencias del cambio climático, detendrán oleajes extremos y al viento en señal de conquista.