
Vital, entusiasta y feliz, la maestra cubana Sonia Medina Mejía asiste cada día del curso escolar al reencuentro con sus queridos alumnos.
Tiene 77 años y 52 de labor consagrada al magisterio, e imparte clases a niños de primera infancia en la escuela José Antonio Saco, de la ciudad de Bayamo, capital de la provincia de Granma, al sudeste del país.
La docencia es la razón de su vida, por eso solo estuvo un año jubilada y al llamado del General de Ejército Raúl Castro Ruz, “retorné al aula, hasta el día de hoy, porque siento amor por lo que hago; enseñar a estos pequeños, simientes de la Patria”, aseguró señalando a sus pupilos.
Recordó así la convocatoria del entonces Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en julio de 2008, para que maestros y profesores desvinculados del sector, y en especial los jubilados, regresaran a la noble tarea de educar, si estaban en posibilidades de hacerlo. ¡Ella no lo pensó dos veces!
Entre los numerosos reconocimientos por su destacada labor durante más de medio siglo, Sonia atesora el Premio al Mejor Maestro Investigador, recibido en primera edición junto a Bárbara Mendoza Amador, de Artemisa; y Guillermo Castillo Ramírez, de Las Tunas; en el marco del Congreso Internacional Pedagogía 2019, en La Habana.
A lo largo de su trayectoria ha dedicado tiempo al empleo de la ciencia y la investigación por considerarlas herramientas indispensables en virtud de lograr que el docente pueda potenciar realmente el desarrollo integral de los infantes, explicó.
Particularmente en la primera infancia, con “esos seres pequeñitos que tenemos a nuestro encargo”, el trabajo tiene como objetivo “ir instalando en sus corazones, vidas y almas, la historia de la emblemática Bayamo”.
Para ella hablar de su ciudad natal es sumamente importante, porque la ama y trata que sus alumnos también lo hagan.
Por eso el acontecer de la segunda villa fundada por los colonizadores españoles en 1513 y la pléyade de patriotas independentistas en ella nacidos, figuran como ejes temáticos de su labor de investigación, cuyos resultados benefician no sólo a pupilos, sino también a sus familias y a la comunidad.
Contó, por ejemplo, que cuando habla a sus educandos de Carlos Manuel de Céspedes, ser humano y patriota, lo hace desde “ese Céspedes que tengo en el corazón, y a veces a mis estudiantes se les aguan los ojos; entonces siento que el mensaje les llegó”.
Cual una madre con los hijos, la entrevistada permanece al tanto del desempeño de quienes fueron sus alumnos, los sigue y siente orgullo de que cumplan sus deberes escolares en la enseñanza primaria, sean buenos en secundaria básica y el preuniversitario, demuestren conocimientos de historia y aprueben los exámenes de ingreso a la Educación Superior.
También la enorgullece que, en las llamadas edades adultas, antiguos educandos sobresalgan como obreros o profesionales, entre los cuales citó los casos de Ana Teresa Pérez Cabrera y Lissete Molinero Barrero, en la actualidad instructora de arte y bibliotecaria, respectivamente, en la propia escuela José Antonio Saco.
La vocación por el trabajo educacional la despertó en ellas: “¡La maestra Sonia Medina Mejía!”, confesaron ambas a la Agencia Cubana de Noticias.
“Pasar y ver a una trabajadora de Servicios Comunales que dice ahí va mi profe, a usted la tengo en mi corazón, me llena igualmente de orgullo, porque se trata de una ciudadana con valores morales que ayudé a inculcar. Ese es otro premio a la obra de mi vida”, concluyó Sonia.