Terencio, un narrador de leyenda

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Por Osviel Castro Medel | 3 septiembre, 2025 |
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Acababa de recibir el Premio Nacional de la Radio por la obra de la vida cuando su corazón, acostumbrado a los pergaminos pero dado a las sorpresas ante los gestos hermosos, no pudo completar el jonrón dentro del cuadro.

Se fue en un septiembre grisáceo- hace hoy exactamente seis años-, entre lloviznas que no paraban, acaso como homenaje natural al Decano de los narradores deportivos de Cuba.

Terencio Montero Pacheco no resultó una estrella en su mundo de describir jugadas; pero tenía la gracia para hacerse querer con su voz y su carácter, por su nobleza y elegancia.

Nacido en mayo de 1924, jamás quiso abandonar a su cuidad, la misma donde le puso un sello a una emisora, “la de siempre”, la misma donde presentó a Pablo Milanés, la misma donde fue promotor de una gran campaña para construir, ladrillo a ladrillo, un estadio de pelota.

Se le adjudicaron algunas de las más risibles anécdotas de la narración deportiva: “De las de abajo, que están más frías”, “échale agua, que está muy fuerte”, “Terencito, si estás oyendo la pelota: recoge la ropa que va llover, “lo poncharon como poncharon a mi hijo en Matemáticas”.

Todo eso pareció ser leyenda porque él, siempre serio para tales cosas, solo reconoció una, aquella en la que dijo a su compañero de narración ante un colosal batazo de Antonio Muñoz: “Síguela, Pachi, que yo la perdí”.

Entre sus logros espirituales estaban contar que fue receptor Joe Cambria, un caza talentos de las llamadas Grandes Ligas; o decir que trabajó alguna vez al lado de Germán Pinelli.

Sin embargo, otros pasajes acaso más inolvidables, como aquellos en que narró las Universiadas Mundiales de Zagreb en 1987 (antigua Yugoslavia), eran menos recurrentes en su anecdotario.

La noticia de su muerte cayó como una bomba silente en su ciudad, Bayamo, la que en sus días postreros lo vio andar tantas tardes solitario o melancólico porque algunos, en su pragmatismo superficial, habían olvidado que era El Decano.

Al final, seremos mayoría los que te recordaremos, Terencio. No cubierto de los reconocimientos de la UNEAC, la UPEC o la radio; sino en el latido eterno de tu corazón, que no se cansará de andar, calladamente, desde su modesta casa de segundo piso hasta un palco cualquiera de su entrañable estadio“Mártires de Barbados”.

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