Testimonios sobre una ciudad quemada (+ audio)

Share Button
Por Aldo Daniel Naranjo (Historiador) | 12 enero, 2025 |
0
Las ruinas de Bayamo, muestras elocuentes de la audacia de un pueblo

El pueblo cubano siente orgullo, incluso hasta envanecerse, de las páginas históricas escritas con tesón y dignidad durante el proceso revolucionario iniciado en octubre de 1868 con el grito en Demajagua y la calidad de los hombres y mujeres que han acompañado sus hitos más significativos.

La ciudad de Bayamo aportó de manera distintiva la marcha La Bayamesa, devenida Himno Nacional; el primer gobierno popular y democrático, con inclusión de representantes de las clases más humildes, incluyendo las negras; y la quema, por la voluntad de su propios hijos, de la añeja urbe.

Ejemplo singular en los anales de la nación,  la quema de Bayamo, el martes 12 de enero de 1869, tuvo altos objetivos políticos, económicos y militares. Uno de los más difundidos fue evitar que  las huestes colonialistas del general Blas de Villate y de la Hera, segundo conde de Valmaseda, se posesionasen de ella con todos sus recursos.

Pero en los testimonios de muchos de los protagonistas de esa hazaña patriota aparecen no sólo otras causas, sino sentimientos y emociones que a pesar del tiempo trascurrido, 156 años, conmueven por la carga de bravura, altruismo y fervor patriótico que trasmiten.

 I LA CONSULTA POPULAR

El patriota Cayetano Acosta Nariño, ayudante del general en jefe Carlos Manuel de Céspedes, escribió en unos “apuntes”, donde estampó la terrible decisión de quedar la ciudad y la comisión que visitó al jefe de la Revolución comisión que llegó hasta la finca Santa María del Rosario, al norte de la urbe. Paso bastante difícil contaba Acosta: “En el fondo Céspedes no se atrevía a autorizar esta extrema resolución, por más que él mismo estuviera dispuesto a todos los sacrificios por la libertad”.

Pero después de meditar profundamente orientó: “Consulten al pueblo todo reunido allá, y si este, con abnegación sublime, lo aprueba, ejecútese esa obra gloriosa, que ha de dar impulso a la revolución y convencimiento a España de que estamos dispuestos a toda prueba por el triunfo de nuestro ideal”.

II HUIR DEL YUGO COLONIAL

El maestro José María Izaguirre Izaguirre, persona muy distinguida en la sociedad bayamesa, dedicó un capítulo de su libro Asuntos cubanos. Colección de artículos y poesía (1896) a la proeza de la quema. Contaba que las mujeres corrían con el cabello suelto y el terror pintado en el semblante. Los hombres cargaban a toda prisa lo que pudiesen reunir, saliendo en fuga con sus esposas e hijos.

Relataba que por todas partes oía “gritos y lamentaciones, una maldiciendo a los españoles, otra censurando a los patriotas porque no impidieron la aproximación del enemigo, pero todos dispuestos a huir y prefirieron ver destruidas sus propiedades a someterse de nuevo al yugo colonial”.

III SALVANDO A LAS FAMILIAS

El entonces comandante insurrecto Benjamín Ramírez realizó apuntes sobre las incidencias de la guerra independentista, que más tarde le sirvieron para escribir de manera ampliada sus Memorias autobiográfica de la guerra.

En el caso particular de la quema de Bayamo contaba: “En virtud del incendio y de la aproximación de las fuerzas de Valmaseda fue evacuada la ciudad por todos sus habitantes, resultando de esto un gran desconcierto, pues todo lo que atendimos, en primer lugar, fue a salvar nuestras familias, escondiéndolas en las montañas, a fin de que no fuesen presas de las tropas enemigas”. Es decir, una de las principales preocupaciones de los independentistas era salvar a sus familias de la depredación española.

IVACTIVANDO EL FUEGO

El afamado novelista Nicolás Heredia, hijo del coronel dominicano Francisco Heredia, quien prestaba sus servicios al lado de España en Bayamo, tenía cuando el holocausto 10 años de edad. Más tarde,   redactó el relato “Apuntes relativos a los primeros suceso de la guerra de Cuba”,  donde brindó interesantes detalles:

“Los generales hasta daban planazos a los soldados que no andaban listos en la tarea de atizar el fuego. Unos rociaban de petróleo las puertas y ventanas, otros hacinaban maderas secas para activar la catástrofe. Quien usaba fósforos, quien tizones encendidos…”

De la grandeza de uno de aquellos titanes, el general Donato del Mármol Tamayo, señalaba: “Yo vi a Donato Mármol en el tejado de una de sus casas prendiéndole fuego”.

Asimismo, brindaba otro importante dato: “Los catalanes o dueños de tiendas y bodegas, llamaban a los que huían para que cargaran a su antojo con los efectos que quisieran…”

V ARIDEZ, MUERTE Y ESCOMBROS

El periodista y poeta José Joaquín Palma, en esos momentos ayudante del general en jefe Carlos Manuel de Céspedes  redactó el poema “A Bayamo”, un sublime canto libertad.

En versos rebeldes, como saben hacerlo los bardos revolucionarios, dejó plasmada la terrible prepotencia española: “¿Si los duros opresores / Tus potencias amortajan, / Si te befan y te ultrajan / Con salvaje estolidez? / ¿Si tus injustos señores/ Se cobijan con tu manto, / Si llevas ciega en llanto / De rubor roja la tez?…”

Pero en la próxima estrofa el llamado era a levantar altiva la cabeza y alzar la bandera de la libertad: “No te aflijas ¡oh señora! / Qué tendrás una bandera / De la aurora que se espera / Al cercano amanecer. /Y al alzarse vengadora /En tu seno palpitante /Será el símbolo triunfante /De tu honor y tu poder”.

Sentados estos principios el poeta exaltaba la quema de su ciudad natal: “Que tus hijos altaneros /Con la sangre de sus venas /Harán polvo las cadenas/Que marchitan tu beldad. / Y los tiempos venideros /Hallarán sobre tus hombros/ Aridez, muerte y escombros, / O un pendón de libertad”.

VI  EL GIGANTESCO ÉXODO DE BAYAMO

Candelaria Figueredo Vázquez (Canducha), por su patriotismo y valor personal ganó la condición de Abanderada del 68. Era hija del general Pedro Felipe Figueredo (Perucho). Ella escribió una breve autobiografía, donde expuso las actividades revolucionarias en Bayamo durante los tres meses que estuvo en posesión de los independentistas.

Contaba del empeñó del conde de Valmaseda para recuperar la ciudad del Cauto: “… viendo los bayameses que les era imposible defenderla, tanto por la falta de armas y pertrechos, como por la posición de la ciudad, abierta a todos los ataques, determinaron quemarla antes que entregarla a los tiranos y tuvimos todas las familias que irnos al campo”.

Ante el gran incendio de la ciudad, la familia salió en dirección a la hacienda Valenzuela, situada al sur. El dolor de aquella pérdida, la joven la reflejó con profundo sentimiento: “Todas empezamos a llorar, pero todas convinimos que era preferible verla pasto de las llamas que en posesión de nuestros enemigos; pero lo horrible del caso fué que al fin Valmaseda se apoderó de sus ruinas. Desde entonces empezamos a sufrir mil vicisitudes…”

VII PROTESTA NECESARIA CONTRA LA OPRESIÓN

El maestro Tomás Estrada Palma, jefe de despacho del general Donato del Mármol en varios escritos planteaba que al rayar el alba del 12 de enero de 1869 comenzó el incendio de Bayamo por varios puntos. A la vez, informaba que al entrar el conde de Valmaseda “en el lugar en que Bayamo había existido” solo encontró un espacio “cubierto de escombros y cenizas”.

En otro texto afirmaba: “Las densas columnas de humo que se levantaban oscurecido el espacio   infinito, llevaban consigo escritas en caracteres de fuego, la irrevocable protesta del pueblo contra la dominación española”.

VIII MADERAS CALCINADAS

El vienes 15 de enero de 1869, en horas del mediodía, la columna colonialista del conde de Valmaseda avanzó hacia el interior de la histórica urbe. El entonces capitán Teodorico Feijoo de Mendoza, secretario del jefe hispano, escribía un diario, el cual publicó en julio de ese año con un título largo: Diario de un testigo de las operaciones sobre los insurgentes de la Isla de Cuba.

En este texto narraba que por todas partes solo veían las maderas calcinadas: “Seguimos caminando  lentamente, las casas incendiadas, las paredes hendidas y las maderas aun humeantes poco menos que asfixiaban; caminábamos sobre las brasas sin que se crea hipérbole, y algunas veces les aseguro a ustedes era menester apartar las vigas y horcones encendidos para poder facilitarnos paso por en medio de las calles”.

Las imágenes se suceden como en calidoscopio: “Aun había algunas casas que eran presa de las llamas, en cambio la mayor parte ofrecían tan solo las cenizas aun calientes del incendio o los ruinosos escombros del desplome… Llegamos a la Plaza de Armas: su letrero había sido sustituido, se llamaba ‘Plaza de la Revolución”.

IX UNA PÁGINA HONORABLE Y GLORIOSA

El general máximo Gómez no solo llevaba un diario de campaña, sino que en medio de la gesta preparó varios relatos de acerca de las heroicidades de los cubanos. Por supuesto, la decisión colectiva de los bayameses de destruir sus riquezas, lo impresionó de manera impactante. En tal sentido, en su fascículo El viejo Eduá. Crónicas de la guerra: “A Bayamo seguramente reservará la historia una página tan honorable como gloriosa. Aquel pueblo no se reservó nada: todo, absolutamente todo, lo ofrendó a la Revolución.

Y enfatizaba el carácter masivo del impar episodio: “Sin distinciones de clase ni de categorías, la población en masas, sin quejas sin esfuerzos, más bien con altanero orgullo y satisfacción extraña y digna a la vez, abandona el campo al enemigo poniendo fuego a sus hogares”.

X DISPOSICIÓN SUPREMA AL SACRIFICIO

En lo hondo de su pecho guardó Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, para siempre el singular sacrificio de sus compatriotas, como la más sagrada lección de patriotismo. De su grandeza decía: “Este hecho heroico, que la historia consignará en una de sus mejores páginas, le hará comprender al mundo, que los revolucionarios de Cuba, están dispuestos a sacrificarlo todo, antes que deponer las armas y volver a sujetarse al yugo del Gobierno de España”.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *