En tiempos de apagón, no hay gato corriente

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Por Luis Carlos Frómeta Agüero | 10 enero, 2023 |
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Diciembre lanzaba los últimos pestañazos del año, mientras Fredesvinda reorganiza la casa para esperar la nueva etapa con mejor look hogareño.Desempolvaba todo a su alcance: búcaros ancestrales, fotos familiares, las viejas paredes y el baúl de antigüedades conservado por su difunto Pepe, uno de los más acuciosos coleccionistas que ojos humanos han visto, con el perdón de Cristóforo Colombo.

En medio de aquella higienización, descubrió objetos inimaginables de la particular colección: un aspa de ventilador Órbita 5 (ruso), un yoyo plástico, líneas metálicas de lo que fuera un trencito de pilas, la réplica artesanal de los espejuelos de John Lennon y el orinal de la abuela, maltratado por el tiempo.

Decidió poner a otro recaudo lo almacenado, cuando un objeto bronceado le llamó la atención:

-Parece una lámpara de Luz brillante-pensó. Le pasó un trapito para devolverle el esplendor y como del dicho al hecho no hay más que un trecho, frotó tanto el candelabro que brotó de él un misterioso duendecillo de barba blanca y ropa de estilo árabe:

-Soy el genio de la lámpara y te concederé un deseo para tu felicidad. Pide por esa boca, mándame y serás obedecida. Los ojos de Fredesvinda parecían desprenderse de sus órbitas, no entendía lo sucedido, miraba con asombro al misterioso personajillo que repetía a intervalos la misma petición, como en el cuento de Aladino.

Por más que intentaba no asimilaba lo sucedido, su querido Pepe jamás le comentó detalle alguno sobre aquel objeto y sus bondades.Como mujer romántica, pasaron por su memoria las más disímiles ideas: asistir a una cena en el restaurante del pueblo, una serenata, un peluche de Aladino, su personaje favorito de los cuentos infantiles, o en su defecto…un viajecito al extranjero.

Mientras aquellas ideas transitaban de un lado a otro de su atormentada cabeza, el duendecillo de la lámpara se entretenía escuchando los comentarios en la cola del pollo, del vecino establecimiento.

Como el tiempo de espera se prolongaba volvió a la carga:

-Soy el genio de la lámpara, aprovecha este momento, porque mañana me voy de parranda. Apúrate y concederé el deseo de tu felicidad. Pide por esa boca, mándame y serás obedecida.

-Bueno, está bien, dijo ella decididamente, ¿ves ese gato corriente que está junto al sofá? Es la única compañía que tengo tras la muerte de mi esposo Pepe y aunque me da mucha pena, lo cierto es que me gustaría tener a un hombre a mi lado, ¿pudieras transformar a ese animalito en la persona que necesito?

El genio aceptó la petición y el felino se convirtió en un hombre con abdominales marcados y fuertes brazos. Fredesvinda saltaba de alegría y cubría de besos al machazo de la película que, contra todos los pronósticos, permanecía inmóvil.

-¡Ay, chico, te noto de lo más pensativo! -dijo Fredesvinda intrigada- ¿Tienes algún problema?, ¿algo que decirme, mi amor?

-El asunto no es tan sencillo como lo piensas -precisó el aparecido-si no me hubieras castrado la semana pasada cuando era un gato corriente, como dices, otra historia contarías.

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