Este 30 de marzo se cumplieron 176 años de haber fallecido a los 84 años, Tomás Romay dejando un legado valioso en la Medicina, que además se extendió a la Química y la Botánica, con renombrados progresos en la apicultura.
Se le considera el primer higienista e iniciador de la ciencia médica en Cuba. Introdujo una visión científica de los problemas de la Medicina e impulsó la modernización de la Medicina clínica, en la Universidad de La Habana.
Fue el introductor de la vacuna contra la viruela, es calificado como un gran humanista, sabio y médico.
Comenzó en 1803 su colosal campaña por imponer nuevos métodos de vacunación y demostró la seguridad del producto al administrarlo a dos de sus hijos para probar los aciertos de la ciencia.
Cuando el 26 de mayo de 1804 llegaba a Cuba desde España una expedición para encargarse de combatir la transmisión de la viruela entre los españoles, ya la vacuna contra ella se había extendido por casi toda la Isla gracias a Romay.
Gracias a su pericia el capitán general de la Isla propuso establecer la Junta de Vacuna y pidió que se le confiara a Romay, la conservación y propagación de la vacuna.
fue Presidente y Secretario Facultativo de la Junta Central de Vacuna de Cuba, inaugurada el 13 de julio de 1804; y dedicó tres décadas de su vida a la erradicación de esta enfermedad.
Cuando tenía 69 años comenzó de igual forma a dedicar sus esfuerzos a la lucha contra el cólera, enfermedad que apareció en Cuba en 1833 y de la cual fue víctima una de las hijas.
La primera irrupción epidémica de cólera provocó más de 30 000 defunciones; mientras que la segunda fue en marzo de 1850; y la tercera, en octubre de 1867.
Como catedrático, realizó importantes reformas en la docencia médica al introducir nuevos métodos basados en la observación y la práctica, promovió la modernización de la Medicina clínica y logró restablecer la enseñanza de la Anatomía.
Junto al estadista y economista Francisco de Arango y Parreño (1765-1837), el filósofo José Agustín Caballero (1762-1835) y el poeta Manuel de Zequeira (1764-1846) integró la generación de intelectuales, cuya obra representó su gran contribución a la formación de la nacionalidad cubana.
Al momento de su deceso, con 84 años, víctima de cáncer ostentaba distinciones como Miembro Corresponsal de la Real Academia de Medicina de Madrid, Médico de la Real Cámara, y Catedrático de Clínica de la Real Universidad, así como Presidente e Individuo de Mérito de la Sociedad Económica de Amigos del País, Miembro de la Comisión de Vacuna de París y de las Sociedades Médicas de Burdeos y Nueva Orleans; y Caballero Comendador de Isabel la Católica.
Al darle sepultura, el doctor Nicolás José Gutiérrez, dijo que “entre los hijos de este suelo que han servido con gloria a las ciencias, ilustrando al país y honrando a la humanidad, el Dr. Tomás Romay es sin disputa uno de los más beneméritos”.
Por su parte, el doctor Manuel Costales afirmó que Romay “era capaz de renunciar a todo antes de empeñar la dignidad científica”.
El doctor Ramón Zambrana destacó que “Romay fue grande porque su inteligencia, su saber y su corazón se emplearon siempre en el bien de sus semejantes y en el engrandecimiento y la gloria de su patria”.
Y el doctor Vicente A. de Castro, quien lo consideró el Hipócrates habanero, le reconoció en su última morada: “ni desoíste al necesitado, ni adulaste al poderoso”.
Sobre su legado, reconocidos médicos de la época lo definieron como “un hijo que sirvió con gloria a las ciencias”; “capaz de renunciar a todo antes de empeñar la dignidad científica”.
Tomás José Domingo Rafael del Rosario Romay y Chacón nació en la calle Empedrado No. 71 entre Compostela y Habana, en la Habana Vieja el 21 de diciembre de 1764, del matrimonio formado por Lorenzo Romay y María de los Ángeles Chacón.
Estudió Latinidad y Filosofía en el Convento de los Predicadores con el lector de Elocuencia Fray Francisco Pérez, el de Artes Fray José María de Rivas y los catedráticos de Texto Aristotélico Don Nicolás Calvo y Don Ignacio O’Farril, se graduó de Bachiller en Artes el 24 de marzo de 1783.
Tras obtener este título comenzó los estudios de Jurisprudencia en el Seminario de San Carlos, los cuales pronto abandonó convencido de que, como le había argumentado su tío Fray Pedro “el abogado estaba expuesto a mayor responsabilidad de conciencia”.
BIBLIOGRAFIA UTILIZADA
ECURED
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