En lo alto del altar del Santuario del Cobre, en Santiago de Cuba, la Virgen de la Caridad irradia desde hace más de cuatro siglos una luz que trasciende la religión y se convierte en esencia de identidad para los cubanos.
Su historia se remonta al hallazgo en la bahía de Nipe a inicios del siglo XVII, cuando tres jóvenes —conocidos como los tres Juanes— encontraron la pequeña imagen flotando sobre las aguas con la inscripción: “Yo soy la Virgen de la Caridad”.
Desde entonces, su figura acompañó al pueblo en momentos decisivos y se convirtió en símbolo de consuelo para los esclavos, de esperanza para los mambises en la manigua y de unidad en tiempos de incertidumbre.
El 24 de septiembre de 1915, hace 110 años, un grupo de miembros y simpatizantes del Ejército Libertador, encabezados por los mayores generales Jesús Rabí y Agustín Cebreco, dirigieron una carta a la Santa Sede, con el objetivo de solicitar el reconocimiento solemne de la Virgen de la Caridad como Patrona de Cuba.
Entre las valerosas firmas de la misiva también estaban las de Tomás Padró Valiente, Tomás Padró Griñán, Vicente Miniet, Bernardo Camacho, Luis Bonne, Rafael Gutiérrez, José Dolores Vicente, Pedro Díaz, Ramón Garrigas y Antonio Pacheco, entre otros.
Los firmantes expresaron el amor, la fe y “la visión de esa virgen cubana por excelencia, cubana por el origen de su secular devoción, y cubana, porque así la amaron nuestras madres inolvidables, así la bendicen nuestras amantes esposas y así la han proclamado nuestros soldados, orando todos ante ella para la consecución de la victoria y para la paz de nuestros muertos inolvidados”.
La petición fue escuchada y, en 1916, el papa Benedicto XV, por rescripto pontificio, declaró oficialmente a la Virgen de la Caridad como Patrona de Cuba, gesto legitimador de una devoción que no conocía fronteras sociales, raciales ni políticas y unía a todo un pueblo bajo el amparo de la también llamada Virgen mambisa o Cachita.
Hoy, más de un siglo después, coterráneos y extranjeros siguen llegando al Santuario con plegarias, ofrendas de flores, velas o para cumplir promesas.
Según refirió a la Agencia Cubana de Noticias el padre Rogelio Dean, rector y párroco del Santuario Nacional Basílica Menor de la Virgen de la Caridad del Cobre, no se puede hablar de Cuba sin hablar de la Virgen, porque constituye una presencia de consuelo, fuerza y acompañamiento de más de 400 años.
Cuando uno comparte con los peregrinos, se percibe una diversidad enorme, dando la idea de que bajo su manto de buena madre cabemos todos, sin importar filosofías de vida o pecados, expresó.
Muchos visitantes la primera palabra que pronuncian al entrar a la Iglesia es “madre”, aseguró, incluso quienes no tienen formación religiosa, y eso es muy hermoso, pues enuncia una convergencia en sentirse su hijo, aunque cada cual exprese la fe de manera distinta.
El sacerdote subrayó que la Virgen de la Caridad sabe de dolor, de sufrimiento y de esperanza, y por eso tantos cubanos se identifican con ella.
A pesar de las complejas situaciones logísticas y del transporte, cientos de personas hacen diariamente el esfuerzo de acudir al Santuario, ubicado en lo más alto del Cerro de Maboa, a poco más de 20 kilómetros de la ciudad de Santiago de Cuba, cabecera provincial.
Creo que es el tiempo de la fe, del consuelo y la esperanza: en la medida en que experimentemos una fe seria podemos reconstruirnos, crecernos y fortalecernos en medio de tantas dificultades, de ahí que observemos a las personas emocionadas, porque aquí el pueblo encuentra fuerza para no rendirse y ser feliz, concluyó.
La Virgen de la Caridad del Cobre permanece y convoca a todos los cubanos, desde cualquier rincón y en cualquier circunstancia, como símbolo de fe, unidad, refugio, fuerza y esperanza.