
La producción de alimentos constituye una tarea priorizada para la sociedad cubana actual, y hacerlo enfrentando carencias y limitaciones refleja la voluntad y valía de los hombres y mujeres del campo, en tanto da vida a soluciones, alternativas y proyectos de desarrollo local en beneficio de la familia y la comunidad.
En este sentido la demarcación de Piloncito, ubicada en el costero municipio de Niquero, marcha a la vanguardia. Se trata de un retazo de rojisas tierras fértiles que destaca por la producción de maíz, yuca, boniato, caña y raspadura. Esta última con un alcance productivo de dos mil unidades diarios que vincula a más de 50 productores.
Habitada por 945 campesinos, la circunscripción incluye los barrios de Blanca Rosa, La Bota y Piloncito. Además de escuela, farmacia, panadería y consultorio médico de la familia, la comunidad rural cuenta con tres cooperativas, una de ellas de producción cañera y el resto de cultivos varios.

Cuenta Bernardo (Nando) Tallo Guitian, uno de los mejores productores de la zona, que la elaboración de raspadura forma parte de la identidad de los comunitarios. Nando tiene 81 años y su vitalidad asombra a quienes lo conocen, por su eficiencia y entrega al trabajo.
Camina todos los días desde Sevilla a Piloncito y resulta cotidiano verlo junto al surco o cuidando animales. Sus resultados productivos traspasan los límites de la zona y lo hacen acreedor de un gran número de reconocimientos y una sabiduría agrícola devenida en escuela de generaciones.
“La fábrica de raspadura ayudó mucho a Fidel – nos cuenta Nando mientras se quita el sombrero y se acomoda en un taburete – de aquí se transportó mucho melao de caña para hacer café en la Sierra Maestra, se llevó mucha raspadura. Porque se habla muy fácil de la raspadura, pero usted se come dos, se toma un vaso de agua y se llena, eso tiene muchas calorías, así que ayudó mucho en aquellos tiempos del Ejército Rebelde.
“Cuando estaba la fábrica de raspadura abastecía los municipios de Pilón, Media Luna y Niquero. Esa fábrica no era como ahora que hay una máquina para sacarle el jugo a la caña, en aquel entonces se utilizaba una cuyaya, una especie de molino que se hacía con palos, usaba una yunta de buey. Aquello molía siete cañas y ellos llevaban una paila de 164 latas de guarapo para hacer la raspadura.
“Decía Manolo, el hermano mío, que Lima Sariol era el que más sabía de eso, era puntista en el central. Cuando venía el tiempo de febrero y marzo, que es cuando la caña tiene más azúcar, él pelaba la grifú que había bastante por esta zona y le echaba 300 y 400 en lasca, hacía al mismo tiempo dulce y raspadura”.
Raspadura y desarrollo local
Muchas jornadas han pasado desde la primera producción de raspadura hasta nuestros días. Nombres e historias de familias vinculadas a esta arraigada tradición que perdura en la comunidad de Piloncito y que sigue rumbo al futuro en favor del desarrollo socioeconómico de los lugareños y zonas aledañas.

Completamente artesanal, la producción de este típico dulce cubano genera empleo, amplía el abanico de posibilidades comerciales y contribuye a mejorar las condiciones y estilos de vida de sus habitantes.
Para Emilio Tallo Guitian, presidente de la CCS Alberto Guevara – uno de los mejores exponentes de rendimiento agrícola en Niquero – producir raspadura en Piloncito es una cuestión de honor.

“Históricamente Piloncito ha sido en Granma, y posiblemente en Cuba, un referente antes del 59 en este aspecto. Siempre se ha dicho que Lima Sariol era el único que conocía como hacer raspadura, pero la vida es más rica y ha demostrado que aquí han nacido más de 50 Lima Sariol.
“Hoy la producción es de más de dos mil paquetes diarios y esto ha dado muchas posibilidades para los campesinos, desde el empleo hasta el mejoramiento de su vida familiar. El bueyero tira leña, el tractorista y el carretonero tiran caña, y las amas de casa se suman también a la producción. Es un asunto familiar.
“Como mínimo cada fábrica tiene tres o cuatro trabajadores. Hay uno que se especializa en buscar la hoja de caña para envolver, no puede ser cualquier hoja eso tiene su cosa. La gente ha mejorado como resultado de su trabajo y eso es bueno para la familia y la comunidad”.
Piloncito y su gente en la primera línea, paso a paso con el esfuerzo colectivo y el talento creador para ampliar los horizontes, y elevar la calidad y presentación del producto final. No se trata solo de una mercancía, es la tradición de un pueblo.