El 15 de noviembre se celebra el Día mundial sin alcohol, efeméride promovida por la Organización Mundial de la Salud (OMS), con la finalidad de concientizar a la población acerca de los daños físicos y psicológicos que ocasiona el consumo de este tipo de sustancias en nuestro organismo.
En el siglo XX el alcoholismo fue declarado como enfermedad, siendo la principal causa de tres millones y media de muertes cada año, debido a los accidentes de tráfico que ocasionan, así como los traumatismos y discapacidades que afectan a unas 50 millones de personas.
Aunque la cultura alcohólica forma parte de los pueblos, el consumo excesivo de sus bebidas ocasiona diversos riesgos y consecuencias para la salud, generando más de 200 enfermedades y trastornos físicos y mentales: dificultades de memoria, enfermedades cardíacas y del hígado, cáncer de mama, boca, garganta, colon, hígado, laringe y recto, aumento de la tensión arterial, accidentes cerebrovasculares, entre otras.
Los factores que inciden en el hábito del consumo de alcohol son diversos: depresión, baja autoestima, necesidad de autonomía, evasión de la realidad, aceptación, presión social…
En el año 2005 la Organización Mundial de la Salud aprobó una resolución, mediante la cual exhorta a los estados miembros a tomar medidas para reducir el consumo nocivo de alcohol, comprometiéndose a fortalecer su capacidad de respuesta ante los problemas de salud pública generados por el alcoholismo.