Una leyenda más allá de la cera

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Por Luis Carlos Frómeta Agüero | 12 agosto, 2023 |
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Foto LUIS CARLOS PALACIOS LEYVA

Rita Salazar Sánchez (La Caimana) pasó los últimos 14 años de existencia en un hogar para ancianos, de Bayamo, y vestida con amplia falda y cabellos al aire llegó al Museo de cera, donde la reverenciaron con un baño de esperma policromada, de la familia Barrios Madrigal.

Querían reconstruirle la vida y recordarla con seriedad, sin quitarle el don que inmortalizó su imagen: el baile. Pretendía danzar un son montuno, una guaracha, una rumba… frente a valiosos exponentes de la música cubana que la esperaban: Carlos Puebla, Polo Montañez, Bola de Nieve, Sindo Garay, Elio Revé, Benny Moré y Compay Segundo, el de la eterna sonrisa.

Alguien la recordó como uno de los tantos personajes legendarios y costumbristas, de la que nadie se sustrajo al encanto de bailadora y de las reiteradas visitas al río, para refrescar el calor del ardiente verano.

Otros hablaron de sus destellos de locura y de los juegos con los niños en un callejón del reparto Ciro Redondo, donde vivió esta mujer, que deambulaba por las calles de su terruño, para arrancar aplausos y la admiración popular, desde el escenario más improvisado, como hacía El Caballero de París, en La Habana.

La diferencia estuvo en que ella buscaba, a su forma, la caridad pública para sus hijos pequeños, sobre todo Facundo, quien le acompañaba en largas caminatas, y cuentan que nunca comió un pedazo de pan antes que sus muchachos.

Era tal la armonía al bailar, que los transeúntes, como reconocimiento, la premiaban con un modesto aporte económico. Por ese desenfado peculiar, Lorenzo y Reinaldo Hierrezuelo, integrantes del dúo Los Compadres, la eternizaron conuna guaracha versionada, además, por Cuco Baloy, Eliades Ochoa, El Guayabero, José Alberto El Canario y el Septeto Santiaguero, cuya letra mantuvo siempre sus esencias:

Bayamo tiene dos cosas/ que no las tiene La Habana/ una historia muy hermosa, y una Rita, La Caimana.

Aquella imagen, humilde y peculiar, cerró los ojos en 1993, a los 96 años de edad, en Bayamo, para reivindicarla luegon como patrimonio, según testifica el escrito que le acompaña:

“Bayamo ha visto andar por sus calles no solo a insignes patriotas y figuras relevantes de la cultura, la ciencia y el deporte; sino también han desfilado personajes de gran arrai- go popular. Ellos representan el patrimonio inmaterial y cons- tituyen parte de nuestro folclor”.

Ni el imaginario popular, ni las apacibles aguas del río borraron las huellas de esta legendaria mujer que se levantó, desde las calles de su pueblo, como expresión cultural de una época.

 

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