
“La provincia de Granma tiene que transformar su entorno en un polo productivo de referencia para todo el oriente de la nación, y las federadas deben vincularse”, destacó Teresa Amarelle Boué, secretaria general de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), durante la apertura del I Encuentro regional de mujeres productoras, con sede en Bayamo.
La organización feminista implementa una estrategia nombrada Mi patio, con la visión de involucrar a las asociadas en la siembra de frutas, hortalizas y viandas, en áreas disponibles alrededor de su vivienda, dígase placas libres, parcelas, traspatios o jardines.
Según el informe de la federación, correspondiente al cierre del mes de julio, el territorio presenta un total de 187 áreas de este tipo, 34 más en comparación con junio. Las cosechas se aportan para círculos infantiles, seminternados, centros hospitalarios, hogares de ancianos, casa de niños sin amparo familiar y para el consumo de la familia involucrada.
Luisis Yuleisis Sarmiento Espinosa, funcionaria provincial de la FMC, asevera que se trata de un acuerdo con los Comité de Defensa de la Revolución (CDR), y las delegaciones provinciales de la Agricultura, específicamente, con el área urbana, suburbana y familiar. Para declarar el área en óptimas condiciones visitamos a la federada y analizamos si reúne las condiciones en su hogar. Esta asignación, en ocasiones, se hace en fechas significativas para el país y la organización.
Sarmiento Espinosa agrega que de acuerdo con el deseo de la federada, también se le pueden entregar tierras de usufructo, pero deben las líderes, no su esposo, ni hijos o parientes, ellas. Buscamos el protagonismo de la mujer en la tarea, con resultados, y los hemos tenido.
“Destacó el caso de Rosita, en Manzanillo, una de nuestras federadas que se distingue en el proyecto Mi patio, tiene maravillas en su placa, desde una ensalada hasta viandas. Nuestro objetivo es beneficiar a la comunidad, familias, también a las instituciones educativas y de Salud”, enfatizó la funcionaria.
VISIÓN

Cecilia Silva Palomino es presidenta de la cooperativa de crédito y servicio, Aníbal Arceu Fonseca, en Manzanillo, mujer fuerte, directa y comprometida con las labores productivas. No teme enfrentarse a grandes hectáreas de tierra, ni al sacrificio del trabajo agropecuario.
“En mi caso como presidenta de una cooperativa, producimos a mayor escala si lo comparamos con el hogar. Los principales desafíos han sido lograr la diversificación de los productos, nos gusta obtener resultados y lograr el bienestar de nuestros campesinos.
“Nos motiva la posibilidad de lograr grandes producciones, para suplir algunas de las demandas del municipio. Hasta la fecha mantenemos el apoyo mediante el envío de viandas, para los hospitales y los centros educativos.
“Contribuimos con la producción de carne vacuna, para lo cual construimos un módulo pecuario que involucra a nuestros barrios. Estamos enfocados, además, en cumplir con el plan de leche, destinado para niños y ancianos.
“Anteriormente, fuimos altos productores de arroz, ahora mismo contamos con una amplia variedad de viandas, entre ellas yuca, calabaza, maíz verde, plátano.
“Debido a la situación del país, nosotros desarrollamos un movimiento de fórum de ciencia y técnica e involucramos a los campesinos. Por ahora trabajamos con la implementación de estrategias creativas”.
TRADICIÓN

Mara Liliam Labrada Guevara es productora de arroz en el municipio de Yara, antes trabajaba en el sector estatal, pero una desdicha familiar la condujo, por completo, hacia la producción arrocera.
“Ha sido un reto muy grande, porque es parte de la tradición familia, pero en mi caso no me había vinculado directamente. Me tengo que enfrentar a las variedades de arroz, tipos de suelos, el abasto de agua, la preparación de tierras, y debido a la situación con el combustible, realizamos este proceso con tracción animal y es más complicado.
“El área pertenece a la CCS VIII Congreso Campesino de Yara. Antes la tierra se preparaba con la fumigación desde una avioneta, era viable, rápido, sin embargo, hoy lo realizamos por la técnica del boleo. Este trabajo requiere de constancia.
“Nuestro aporte se hace de forma directa a la cooperativa, luego se distribuye hacia el hogar materno, de ancianos, además, buscamos suplir las demandas de la canasta básica del municipio.
“Es incalculable el aporte de una mujer cuando se propone una tarea como esta, no excluyo a los hombres, ellos nos enseñaron a cultivar la tierra, pero sí somos dedicadas y esforzadas”.
CONSTANCIA

Francisca Eugenia Milanés García, La Negra, como la llaman de manera cariñosa, es una productora de hortalizas, en Yara, que con orgullo sano comparte sus experiencias en la producción urbana desde el año 1987.
“Existía un espacio donde los vecinos arrojaban desechos sólidos y con el apoyo de la federación y los CDR, logramos recuperar el terreno para la siembra. Esa área es hoy, el organopónico Nuevo Veguitas, de alta excelencia en el país.
“Fabricamos productos para fertilizar el suelo y combatir las plagas que no afectan al medioambiente, y destinamos nuestras cosechas a los círculos infantiles, hogar de anciano, materno y el policlínico de Veguitas, luego, el 30 por ciento restante, para venta a la comunidad.
“Mi interés es continuar en la producción de alimentos, sabemos cómo están las condiciones del país y nosotras que somos muy empoderadas, debemos dar nuestro paso al frente. He tenido muchos desafíos, pero las mujeres enfrentamos cualquier situación. Soy Técnico Medio en Agronomía, pero al inicio no veían con buenos ojos que me dedicara a la agricultura”.
A Francisca, también, la conocen por sus pregones, pues mientras sale a vender sus hortalizas en el pueblo, siempre las acompaña de una frase jocosa. “Compra hoy para que no pidas mañana”.
ENTREGA

Elda Fonseca Villavicencio vive en la localidad de Mabay, en las afueras de la capital granmense, trabaja para la CCS Arquímides Colina y entrega no solo su conocimiento en la siembra de caña, también derrama más dulzura para su plantación.
“Hace 12 años estoy en esta tarea, he tenido buen rendimiento, 100 toneladas por hectáreas, lo que sobrecumplí por 130, en esta ocasión. Soy productora de caña, pero también tengo platanitos y los entrego al círculo infantil y el hogar materno, respectivamente.
“Las tierras eran de mi papá, cuando falleció yo asumí la responsabilidad. Con la edad que tengo ya no puedo estar todos los días en el campo, pero me encargo de supervisar la limpieza de las siembras. Espero con ansias la próxima zafra”.
El movimiento Mi patio se enfoca como un aporte necesario para la subsistencia no solo comunitaria, sino individual, potencia el desarrollo local, la economía doméstica y repercute en de manera positiva en el país. Si bien es un proyecto de impacto para la mujer y la familia, también es una obra de sacrificio y muchas veces, de autofinanciamiento exclusivo.