Cuentan los dedicados a la controversial tarea de narrar historias callejeras que, alrededor de 1817, en el Gran Ducado de Baden, el barón alemán Karl Drais probó un rudimentario artefacto para correr, apoyando los pies, alternativamente, sobre el suelo. Nacía lo que conocemos actualmente como bicicleta.
Su antecedente fue el celerífero (célérifère),ideado en 1790 por el conde francés Mede de Sivrac. No obstante, otros habladores… populares, aseguran que ni el conde Mede Sivrac, ni su invención existieron; ambos fueron creados en 1891 por el periodista galo Louis Baudry de Saunier, copiando el diseño de Karl Drais y basándose en una patente de 1817, para un coche de caballos, llamado celerífero.
Para sorpresa de muchos, en 1974 se difundió el bosquejo de un diseño de bicicleta, impulsada por pedales y con transmisión de cadena, hallado en el Codex Atlanticus, colección encuadernada de dibujos y escrituras de Leonardo da Vinci.
Sin embargo, un estudio del referido códice muestra que tal dibujo no es original y fue añadido por un falsario desconocido, durante su restauración, de 1967 a 1974.
La hipótesis anterior no tuvo en cuenta a La Draisiana, primer vehículo de dos ruedas dispuestas en línea, de propulsión humana, de moda durante 1820; tampoco al escocés Kirkpatrick Macmillan, quien, en el año 1839, imaginó el primer ciclo con pedales, que nunca patentó.
A veces pienso que frente a tales desatinos, el narrador, dramaturgo, guionista radial, televisivo y periodista villaclareño Enrique Núñez Rodríguez, vendió su bicicleta para radicarse en La Habana, allá por la década de los años 40 del pasado siglo.
Lo cierto es que, en el contexto cubano actual, tener una biciturbo, chiva o chichiturbo, se ha convertido en superlativo problema, cuando de arreglar se trata, considerando los importes energizados para la compra de piezas y accesorios que circulan en redes sociales.
Si por casualidad se le ocurre comprarla de forma íntegra o agenciarse una eléctrica, cuidado con el apagón neuronal. Tómese un batido de Diclofenaco con Paracetamol y espere pacientemente el efecto.
Aseguro que por un momento olvidará, también, los precios exhibidos en los parqueos, verdadero desorden a la vista de todos, donde los más conservadores cobran tres pesos, otros, cinco. Los mayoritariamente generalizados 10 y hasta 15, si la bici queda protegida a partir de la 1:00 de la tarde.
Los talleres para el arreglo de ciclos, las poncheras y el suministro de aire estatales, se desinflaron hace rato, cedieron su espacio a los particulares, quienes suben las tarifas a su antojo.
Frente a tanta irracionalidad, retomo al adelantado Núñez Rodríguez y aplaudo la prematura decisión de vender su bicicleta y olvidarse de las bondades saludables, económicas y ecológicas del referido medio de transporte.
Confieso que estoy pensando lo mismo. Por favor, si le interesa, llame al privado.