
No hay trabajo más ingrato que el de un árbitro de beisbol. Generalmente, si su desempeño es efectivo nadie lo reconoce, pero si se equivoca, como le puede pasar a cualquier ser humano, recibe una lluvia de críticas. En Cuba hemos tenido muy buenos umpires, desde Amado Maestri y Alfredo Paz, hasta César Valdés, por solo citar algunos.
Quizá varios de los árbitros que hoy tenemos en el país jugaron pelota, pero muy pocos lo hicieron al más alto nivel, como Germán Águila, Manuel «El Chino» Hernández, Blas Guillén, Román Zamora y Juan de Dios León. Precisamente, el pinareño Juan de Dios León será uno de los oficiales encargados de impartir justicia en la ya cercana iii Liga Élite del Beisbol Cubano. Antes de la voz de ¡A jugar!, Granma pudo conversar con este respetado oficial.
–¿Cómo llega la oportunidad de ser árbitro después de su vida de atleta?
–Gracias a Israel Redoné, quien un día tenía déficit de árbitros en la Serie Provincial, y habló conmigo para que lo ayudara. Con sus conocimientos me guio, me enamoré de esta profesión, y después empecé a trabajar en Juegos Escolares y Juveniles. Pasé el seminario de la Escuela Nacional que hubo en Villa Clara, en la que me formaron hombres como César Valdés, Luis Daniel del Risco y Nelson Díaz.
–¿Cuánto le aportó haber sido pelotero?
–Ha sido fundamental en mi carrera. Fui bateador, y sé lo que es el strike y la zona. También sé cómo puede responder un atleta en los diferentes momentos de juego; eso me ha ayudado en varias ocasiones a tomar buenas decisiones, porque logro anticiparme.
–¿Cómo recuerda la primera experiencia en series nacionales?
Primero trabajé como suplente. Mi primer juego como árbitro principal en series nacionales fue un partido entre Habana y Santiago de Cuba, en el estadio Nelson Fernández.
«Recuerdo el momento más duro que he pasado en estos difíciles menesteres. Se enfrentaban Metropolitanos y Pinar del Río, en el Changa Mederos. Dejé de cantarle un tercer strike a Osniel Madera, en el noveno inning, y al siguiente envío dio un cuadrangular que decidió el encuentro».
–¿Cómo valora la salud del arbitraje cubano?
–Es buena, sobre todo desde la masividad. Hay muchachos de gran calidad que vienen detrás y necesitan que se juegue pelota para que puedan desarrollarse. Son jóvenes con deseos trabajar y sumar conocimientos.
«Este es un oficio complicado, trabajamos al sol y hay que impartir justicia e imponer respeto, y eso solo se logra si el respeto empieza por el que lo exige. Nos podemos equivocar, pero lo importante es darnos cuenta cuando nos sucede, y no pensar que siempre tenemos la razón.
«Es cierto que se necesita motivación, ser árbitro de pelota en Cuba es un compromiso muy grande, hay mucho conocimiento de nuestro deporte, también mucha pasión, por lo que siempre estás en un volcán. Además, trabajamos al sol, lleva una alta consagración por más de tres horas. Un incentivo sería mejorar nuestro salario, por esas exigencias de las que te hablo».
–¿Cuánto le queda por dar en los terrenos?
Mi vida es la pelota; entre pelotero y árbitro ya voy para 40 años fuera de mi casa. Necesito dedicarles tiempo a mis nietos, a mis hijos, a mi familia en general, pero mientras tenga la fuerza para seguir ejercitándome físicamente, y salir todos los días a correr, me voy a mantener como árbitro.